Te encontré de espaldas,
esponja y taza con lunares en mano. Llevabas puesta una remera enorme
que me regalaron en una kermés de Velez Sarsfield y unas calzas
floreadas que reservaste para la comodidad de mi casa. Desde
lejos, vi la danza silenciosa que improvisaste mientras lavabas las
cosas del desayuno: un leve y coordinado movimiento de glúteos,
estudiado bailoteo de gimnasio clandestino, pasito discreto al ritmo
de una canción que sonaba dentro tuyo. Siempre te pido que no
laves en mi casa porque es una actividad que prefiero hacer yo cuando estoy solo, en
silencio y ropa interior. Sin embargo, ayer dejé que lo hicieras. Te
miré por largo rato, aproveché esos minutos en los que creías que
aún dormía. Desde el marco de una puerta lateral, a oscuras y con
la gata rasguñándome para que le llenara su cubeta con alimento balanceado,
sentí la punzada del romanticismo último. Tuve la estúpida
intención de abrazarte pero ya lo había hecho.-
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imagen de NNN.-