lunes, 16 de septiembre de 2013

Longchamps

Disparabas cuando creías que me hacías un favor. Te bañabas en silencio y al salir de la ducha con un toallón en la cabeza, escribías nuestros nombres en el espejo empañado. Siempre te dije que mi nombre lleva tilde pero jamás me hiciste caso. Entonces disparabas. Con tus llamados a las tres de la mañana y la cocainómana expectativa de agradarle a los ascensoristas de Tribunales. Cuando redactaste tu historia para mostrársela a la familia y olvidaste mencionarme. Al recomendarle a mi médico clínico que me recomendara ir a terapia, entonces también disparabas. Disfrazados de policías, nos encerramos en los baños de la comisaría cuarta de Longchamps. Fui con un arma de verdad porque un amigo de la Metropolitana me había prestado el fierro. Te aferraste al gatillo y pasaste la lengua por la culata. No disparaste y salimos corriendo cuando escuchamos que una señora dijo que avisaría a la policía. En casa miramos Volver al futuro e hiciste ravioles con tuco y sin queso. Me gustan los ravioles con queso. Disparaste. Nunca entendí muy bien tu afición por la pólvora íntima. Que sedujeras al encargado de mi edificio, pidieras a tu mamá que me hiciera una macumba o constiparas a mi gato Filiberto. Voy a hacerte precio y tomaré los tres hechos como dos disparos. Preguntarás acaso por qué yo te haría precio a vos, que tanto disparaste contra este hombrecito desprotegido. Es una cuestión de simpatía numérica: siempre desconfié de los números impares.-
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imagen extraída de aquí.-

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