lunes, 5 de diciembre de 2011

Campbell

Vienen días ásperos, de reincidir en empresas fracasadas, de dilatar trampas defectuosas, eufóricas penetraciones en nobles cuerpos elegidos al tun tun, con ciego entusiasmo adolescente y la violencia del cautiverio marital. Me torra la idea de volver a explorar una indeterminada cantidad de mujeres, y más aún me aburre tener que sostener interés por sus relatos de problemas hormonales y dilemas de peluquería en Palermo. Me acompañarán en la aventura las manías de siempre, tendré a mano las explicaciones rendidoras y las bombas de humo reglamentarias. Prometo fingir que hoy sí me importa, que me gusta el color de tus uñas y que no estoy desencantado con vos y tus opiniones sobre la pena de muerte. Voy a ponerle onda, mandarle cumbia, inflar el pecho y pedir la 10. Vas a verme apretar los ojos achinados cuando me apriete contra tu cuerpo, seré el obrero silencioso que tanto te gusta que sea cuando pierdo la ropa. Eso sí: no podrás pedirme compromiso con el proyecto, con tu optimismo de colegio católico de frente a la pantomima caritativa de Navidad y viaje solidario a la villa Naomi Campbell. No me pidas tacos y firulete cuando me das un par de ojotas. Por ahora (me) alcanza con que los dos asomemos la cabeza por la ventana de la curiosidad, y aún acostados -la luz del patio que gana tu espalda, en el espejo veo mis pies- busquemos la sonrisa más genuina del otro.-
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(imagen extraída de aquí)

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