lunes, 12 de septiembre de 2011

cucharitas

Se terminó la inspiración. Se secaron los pozos de mi creatividad en la B Metropolitana. Se agotaron las mieles que trajiste para el desayuno, y bien sabés que por la noche, soy una bestia miserable. Entiendo que nunca pensaste en la posibilidad de amamantar a este bebé muerto al que dimos en llamar nosotros, y no voy a echarte la culpa cuando te pidas el taxi en tiempo de descuento. Hay mujeres que entregan los puntos en la definición por penales, y está muy bien. Sí me intriga conocer las razones por las cuales persististe en este error sin derecho a réplica. Por qué aguantaste -aguantamos- los trapos frente a un scout de pechofrías cucharitas en invierno y frazadas prestadas. Si alguna vez creíste que yo podría volver a ser el mismo -que el del principio: las mujeres suelen pretender esas situaciones hirientes-, tomaré tu confianza como un cumplido noble, aunque me gustaría saber qué te hace pensar que soy yo el que se tiró a chanta e hizo la plancha para que vos acomodaras tus petates ahí cerquita de la puerta de casa. Si bien es cierto que soy un romántico fracasador serial, me cabe la duda de que hayas esperado a este momento para tomarte el palo con la famélica convicción de que hiciste todo lo posible para que sigamos juntos. Si fue así, igual agradezco el intento, y luego de que me dejes la llave adentro del cenicero -gracias por cumplir con este último pedido-, te agradezco a priori por la inspiración que arrimará tu precoz abandono del lecho conyugal.-
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(imagen extraída de aquí)

1 comentario:

ojodefuego dijo...

gracias, una vez más.

tu prosa imprime la importancia de las cosas en el mundo