lunes, 25 de julio de 2011

descalificadora

Me alegra que hayas dormido con él: nótese que dije dormido -a veces puedo ser sutil, querida-, porque tampoco quiero inmiscuirme en tu intimidad alcohólica, en tu soledad nostálgica o en tu desnudez fatídica. No necesito saber qué hiciste para sentirme mal. No me cuentes el detalle de una penetración diplomática, de un champagne excéntrico, del afecto profiláctico. Suficiente con haberme enterado de que pasaste tu noche en paz. Él es un buen chico -creo, no sé, no lo conozco, ¿lo es?-, y juntos eligieron la mejor forma de alejarte de mí. Con él solo podría jugar al fútbol y pensar el método más eficaz para fracturarle las dos piernas con una misma patada descalificadora. Y con vos...nada. Ya no pienso nada. Ya no podremos ser ni amantes. No vamos a tener hijos. Nietos. Bisnietos. Vacaciones. No vamos a tener nada. Me defraudaste: sé que para vos no significa nada -nada-, pero era lo mejor que podías darme. ¿Se entiende lo que estoy diciendo o vuelvo a ser sutil? No me permitas caer en la tibieza de un comentario al pasar, porque creo decir un eufemismo al reconocer que haberte conocido llenó de sentido mis días, y sé que acabo de escribir una frase hecha y muy pelotuda, pero sólo me gustaría que te aproximaras al dolor que me produce saber que entre vos y yo no habrá mas que palabras.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

jueves, 21 de julio de 2011

posguerra

Ya esta, ¿ya está? ¿ya pasó? Terminó la gloria con un cero a cero que no abre lugar a dudas, y ahora queda la rubia dormida sobre mi brazo izquierdo -pesa la cabeza de la rubia, me corta la circulación- y su amiga -más simpática que atractiva- que como si no me hubiese dado cuenta, se encerró en el baño a tomar el vino blanco que robó en un supermercado chino. Quedo también yo y dos horas del turno tramposo en el albergue al que me vi arrastrado a caer para no hacer nada. Serán dos horas crueles, en las que procuraré amortizar los 120 mangos abonados con tarjeta de descuento -incluyó un dudoso tostado de dudoso jamón y queso-, y entonces miraré sin ganas una porno violenta con escenas y poses que la gente normal ni sueña interpretar en su casa. También voy a escribir ese puto mensaje de texto que siempre quiero mandarte y borro una y otra vez y otra vez, porque mandarlo a las dos de la mañana sería muy barrilete, adolescente, desesperado. No podría explicarte que mirá, te escribo porque terminó la fiesta y me quedé haciendo de Conchita en la habitación del telo, y sí, una de las chicas ya está dormida y la otra creo que abraza el inodoro. No da, y además no resultaría, porque vos esperás un buen gesto, una locura romántica sin borra de chiste ácido, y a mí sólo se me ocurre describirte vía mensaje de texto este cuadro acabado: retrato de la posguerra desvelada.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

lunes, 18 de julio de 2011

roncaba

Antes de que muriera Simón -el perro que le regalaron a Fermín cuando cumplió cuatro años-, mi hermano se había tomado la costumbre de acariciarle la cabeza cada vez que llegaba o se iba de casa. Sin importar qué hora era, él se acercaba para tocar la blanca melena despeinada del perro ciego y sordo, que se chocaba contra paredes y muebles de la cocina. Varias veces encontré a Fermín oscuras, solo, a un lado de la cucha. Miraba dormir a Simón, que nunca fue una mascota muy activa, pero él insistía en el gesto de cariño porque decía que al perro le hacía bien, y que a nosotros nos gustaría que nos saludaran de vez en cuando. 
En casa nunca fuimos de saludarnos mucho, eso hay que decirlo. A lo sumo era un hola y chau, pero nada más. Y mi hermano siempre le hacía una fiesta al perrito ese, que para cuando se murió, Fermín había cumplido los diez años y Simón ya estaba viejo y con permanente mal aliento. Creía que por acariciarlo, al perro le daría más vida, porque así uno lo hace sentir querido y respetado, y como que vos, si saludás a tu perro y le decís qué hacés -bueno, ahora me voy a comer mi comida, vos ahí tenés la tuya, es riquísima, mirá, bolitas con gusto a carne y verduras grilladas, cosas por el estilo- el perro siente que tiene un lugar en la casa y eso es positivo. 
Con su cordialidad, quizá sí le haya alargado un poco la vida a Simón. Quererlo y hacerse amigo, le ayudó a digerir mejor la muerte del perro. Ni lloró. Esa relación casi estúpida que tenía con su mascota, muerta de antemano -un perro que no hace cosas de perro, no mueve la cola ni araña las rodillas de sus dueños para pedir comida, es un perro muerto-, lo tranquilizó al momento en que ya no lo tuvo. No lo noté ni triste y hasta lo vi contento cuando visitábamos al abuelo, al que nunca queríamos ir a ver pero mamá insistía, porque a los viejos hay que acompañarlos, o eso decía ella. La casa del abuelo siempre fue un lugar frío y aburrido. Yo sólo me divertía cuando Fermín se escapaba y corría a la habitación del Nono. Veía entonces a mi hermano en puntas de pie, a un lado del abuelo que dormía la siesta de costado, frente a la persiana a medio cerrarse, y los dedos de Fermín entre los cabellos blancos del abuelo que roncaba profundo.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

viernes, 15 de julio de 2011

Expedición al mundo amarillo: breve crónica sobre la fiesta en el bunker PRO

Fui a buscar en qué creen los que creen en ese viaje de egresados sin coordinador con gel en el pelo ni porro en la mochila. Hablo del universo PRO, con sus recetas de sofisticado management y sus referentes light. Para ser más exacto, me refiero a la fiesta en el bunker PRO, en Costa Salguero: al corazón del agite macrista, con sus hilos improvisados y sus invitados imposibles, como el mago Sin Dientes; a la celebración colorinche y siempre bien rumbeada hacia las tonalidades pastel, tan milimétricamente craneadas por un grupo de asesores de imagen que recomendaron usar camisa -pero sin corbata- y fueron demagogos con el disc jockey a la hora exacta en que le dijeron que cuando termine de hablar Mauricio, vos poné el tema de Gilda que esto se re-pone y la gente va a limar, acordate lo que te digo, quiero que “No me arrepiento de este amor” esté al taco, ¿OK?
Y nadie se arrepintió, parece. Menos ahora que el bunker estalla. Si hay un momento para no arrepentirse del amor, que sea la hora de los campeones, que si no es esta -a eso de las diez y pico de la noche y con un consolidado 45,9% (que horas más tarde, alcanzaría el 47,08% definitivo) del padrón electoral del lado amarillo del asunto-, cuándo carajo será la hora de la gloria capitalina. Macri acaba de salir a escena para arengar a un electorado frenético, abrazar compañeros de su Alianza Propuesta Republicana, saludar para las cámaras de televisión, esbozar una danza digna de un robot chino con epilepsia y dejar a todos así, eufóricos, contentos y agitando remeras con el slogan “sos bienvenido”, suerte de invitación no formal que se demoró nada más que cuatro años de gestión en el gobierno.
El bunker es el simulacro de una fiesta de quince sin quinceañera ni velas ni videíto emotivo ni coreo de las chiquis acnéicas de tercer año. Por el contrario, el centro de atención -leitmotiv del festejo- es Mauricio Macri: acaso el mayor exponente de la “nueva dirigencia” que nunca viajó en bondi pero que tuvo la virtud de mimetizarse -vaya uno a saber cómo- con el vecino de barrio mocasín y con el laburante de pico y pala. A su alrededor, los invitados al banquete político. En los costados hay mozos que cortan carne y ofrecen sanguchitos de un carré de Dios. Cuando la comida no viene a uno, la gente se abalanza sobre los caballetes. En otro orden, también se puede aguardar hasta que llegue. Camareras más bien petisas, le ofrecen a los vecinos -queda lindo hablar de “vecinos”, muy homogéneo e inclusivo- una sonrisa y una porción de torta que parece de mousse. Paso, gracias: ciertas viejas que bailan en el bunker tienen esa dulzura optimista-corrosiva que empalaga. Y además, estoy a dieta.
Si todos los fines de semana hubiera un bunker PRO, no tendría ningún sentido venir a bailar a Costa Salguero. ¿Para qué? Si acá hay música y se reúnen las mujeres de corte ABC1 con presunta conciencia cívica. Quién no querría tener en casa una de estas rubias macizas, de físicos trabajados en Megatlón y mentes cultivadas en la cantera del imaginario macrista. No tengo dudas de que más de uno vino para levantar, hacerse el boy scout PRO y coleccionar teléfonos de dudosas militantes amateur que creen que con más bicisendas se acabarán los problemas en Capital.
El momento border de la noche llega cuando hay que hacerse uno con la algarabía PRO, pasar frente a las viejas que bailan -ahora, los Auténticos Decadentes: toda una paradoja política-, los rugbiers que se congregaron en el centro de la pista y los rosqueros friendly: todos ellos, embanderados con la causa de forma espontánea, porque acá no hay colectivo ni chori ni vaso de vino que valga, explica desde su camisa a cuadros uno de los pibes que vibra con el baile de su jefe político. Festejan el triunfo que no les dio el fútbol. ¿Alguno de estos vivirá en Núñez? ¿Cuántos habrán venido con la leche vencida del descenso de River? Otros no. Serán incluso de los barrios del sur, en donde el jefe de gobierno fue elegido con similar contundencia a las comunas del norte (en las que más de un 55% de sus habitantes optaron por la continuidad del oficialismo porteño). Hay que decirlo: si bien es cierto que el salón es una convención de BlackBerrys y botas media caña, también hay gente modesta, que escapa al -previsible y real- estereotipo del votante del PRO. Algunos vinieron a Costa Salguero porque adhieren al movimiento y a lo que llaman “nueva política” -reciclado de las viejas políticas que se estrechan porque se junan- y porque les pintó venir, y creen en Macri -como creen los delegados de la villa 31-, y que seguirá con su proyecto porque así, se sabe, juntos venimos bien.
Los cánticos PRO esconden una tibieza de secundario que se hace amiga de una certeza inapelable: la de haber ganado bajo una democracia con todas las letras. Nadie puede decirles nada. Ganaron. O casi: falta el ballotage contra Daniel Filmus, en la puerta de un partido que para el candidato del Frente para la Victoria, se perfila perdido desde el vestuario.
Y más perdido aún parece después de que Fito Paez haya disparado que le “da asco la mitad de Buenos Aires”. Por qué, Fito. Para qué. Si quería darle una mano a Filmus, generó el efecto contrario: el FPV ahora deberá arrastrar en la elección cuesta arriba, el fiambre que le dejó el rosarino, que pavimentó el argumento de la intolerancia kirchnerista. Asco no es pena, lástima, incluso rechazo. Por qué te tiene que dar asco -justo asco-. Si con no coincidir, bastaba. Imagino el brindis de la mesa chica del PRO, en una fiesta post-bunker luego de haber leído las palabras de Paez y su rebote.
No sé en qué creen los que votaron al PRO con plena convicción, ni sé si saben de la falta de gas en el Borda, de la subejecución del presupuesto en Educación, de la falencia en el sistema de Salud, de la mentira de los diez kilómetros de subte por año, de la gestión gerencial, de la militancia soft al mejor estilo universidad privada -en el bunker hubo autoridades de la UCA-. No sé en qué creen y parece difícil que todas las razones que puedan llegar a dar, logren revertir -y justificar- la imagen del fracaso en términos de igualdad social. Eso no debe estar en sus planes. Tal vez no barajen la igualdad como un objetivo prioritario. Después de todo, si vos sos bienvenido, de alguna forma todos somos bienvenidos, pero cabe pensar que algunos son más bienvenidos que otros.-

lunes, 11 de julio de 2011

estériles

No te asustes, pero creo que estás embarazada, o que estuviste embarazada y no lo supiste, o lo que es aún peor: que estuviste embarazada, lo supiste y no tuviste el coraje para llamarme y decirme que antes de cortar, hace cinco años, pariste un hijo mío, con mis ojos achinados y ese lunar característico que llevamos los primogénitos de mi familia, justo debajo del labio inferior, del lado izquierdo. En el caso de que hayas criado durante todo este tiempo un hijo que habrá preguntado por su verdadero padre sin obtener una respuesta sincera, solo puedo decirte que sos una hija de mil putas, y que eso no se le hace a un hombre todavía enamorado de vos. Porque nunca tuve tantos deseos de que tengamos un hijo, de darte al fin una razón coherente para que te quedaras conmigo, atarte a la euforia del afecto salvaje, someterte a esta vida que pensé para nosotros. Quiero creer que le pusiste mi nombre. Lo prometiste. Juraste que le pondrías mi nombre que es el nombre de papá y del abuelo y del bisabuelo. Si le pusiste mi nombre, si te atreviste, por qué no me llamaste para contármelo, aunque más no sea, como una anécdota simpática de mirá, tuve un hijo, y quiso la casualidad que llevara tu nombre, y yo habría entendido el mensaje. Hubiese sido hermoso tener un hijo con vos: imaginarte al momento del parto, disfrazarme de enfermero, abrazarnos todos juntos y decirle a los amigos que tuvimos un hijo (con mi nombre y todo). Pero no llamaste; es muy probable que no hayas tenido un hijo y que a esta altura solo nos unan mis estériles ganas de haberte dado un motivo que nos convoque.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

miércoles, 6 de julio de 2011

quintita

Estás caliente porque duermo con tu mujer. Te molesta saber que un perdedor como yo, corona sus siestas contra el respaldo de tu cama. Por eso me querés sacudir la matraca en la capocha, porque no podés tragar que un barón de esta estirpe te use las pantuflas que dejás bajo la cama. Te perturba tenerme así de cerca: en tu propia casa, de farra y feria con tu señora. Y también te inquieta que le cambie las pilas del control remoto a tu amante, que nos vean juntos en la panadería, que la gente sepa y comente que vine a ocupar uno y cada uno de los lugares que descuidaste. Así, un tipo tan pelotudo como yo, algo debe tener para mojarte la oreja con cada mina que tiroteás. Vos, ganador de raza, un éxito tras otro, tu vida es una consecución de hits vencedores, y ahora te caigo yo, con el objetivo clarísimo de perimetrarte la jaula. No lo tomes como algo personal, pero es algo personal. Llegué para enfriarte la polenta con tuco y hacerte saber que quizá sea el momento de cerrar el kiosco de humo que montaste. Aunque te joda que te manoseen la quintita, deberías tener en claro que para mí no es molestia y voy a pintarte la cara en cada cancha donde juguemos.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

lunes, 4 de julio de 2011

pochoclo

Me gustan las palomas porque se quieren sin cuestionamientos: son auténticas en sus vuelos torpes hasta la muerte contra el parabrisas de algún auto por Panamericana. Me cae bien que copulen sin mediar palabra, sin invitaciones a tomar un café, la careteada de que el macho lleve a la hembra al cine para luego comprarle pochoclo salado, pelear por quién es más rápido a la hora de sacar la billetera para pagar la cuenta, procurar sus modales de palomas finas para que la otra paloma piense ay! pero qué paloma tan atenta, qué bueno sería salir otra vez, que me llame y demos una vuelta. Nada de eso. Las palomas se aman en el silencio de las plazas en madrugada. No se hacen preguntas al sentir la fricción de las plumas hirvientes, el aleteo libidinoso y de lujuria voladora. No se cuestionan la suciedad en las alas, el olor de la pelea por las miguitas del pan de los jubilados, ni se fijan en las finanzas del compañero que cae a seducir. Las palomas se buscan, encuentran y ya, mientras una sobre otra grazna monosílabos eróticos. Las palomas son promiscuas, y jamás hubo paloma que se ofendiera por ver a su pareja circunstancial con otro. No sienten celos. No reprochan. No son infieles porque tampoco se deben fidelidad. Son hermosas y estúpidas, simples e inofensivas. 
Así quisiste que nos quisiéramos.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

viernes, 1 de julio de 2011

Domínico

-¿Qué pasa? ¿Me tenés miedo?
Cuando mujer de casi treinta y pico perfila el cuerpo, entrecierra los ojos y hace esa pregunta esbozada sin el menor ribete de ingenuidad ni intención de obtener una respuesta -porque dispara ese doble interrogante bajo el subtítulo de hasta cuándo debo esperar para que me lleves de turismo salvaje por los dormitorios de los telos del Conurbano, pendejo cagón-, lo que en verdad busca es fiesta, guerrilla, trampa, mordidas friendly, chirlo con onda y látigo con puntas de cuero. Y cómo uno puede negarse a la invitación tácita que plantea la inquietud de esta señorita sin planes de familia a corto plazo, quién sería capaz de rechazar al metro sesenta de furia esculpida, al cuerpo laburado durante horas en los brevísimos gimnasios de Villa Domínico, al maquillaje de su curiosidad de jardín de infantes, a su expresión de ¿Y nene? ¿Sos marica? Y no, uno -todavía- no es marica, pero cómo ser diplomático y explicarle que mirá, no te tengo miedo, de verdad, lo que pasa es que tengo una mujer, y además, tengo un trabajo, una vida ordenada, y unas infinitas ganas de ponerme la diez para jugar ese partido ¿amistoso? al que me invitás y al que si pierdo, y bueh', lo importante es competir, porque si venís así, con esa actitud sexual patoteril, de cocorita con matraca y encaje de colección, lo menos que puedo imaginar es que con vos voy a amortizar el convoy de proteínas que consumo a troche y moche, y que te voy a pegar un pesto que van a tener que llamar al SWAT, al GEOF y al grupo Halcón para que yo te devuelva sana y salva y sin secuelas de una noche para enmarcar y colgar en los pasillos del Bellas Artes
Podría haberle dicho todo eso, pero preferí el
-Sí, te tengo pánico.-
.
.
(imagen extraída de aquí)