lunes, 28 de febrero de 2011

castillo

Me irrita que hables de mí como si promocionaras las bondades de un nuevo jabón en polvo, con la descripción quirúrgica de mis cualidades, los beneficios a corto plazo y las características que hacen único a este producto en decadencia. Me intimida tu optimismo desenfrenado, la confianza extrema en este instinto depredador, que me acerques a tus amigas y que ellas te compartan hasta los más burdos detalles de las intimidades que nunca quisiste vivir conmigo pero que siempre -no sé cómo ni por qué- elogiaste a ciegas. Me molesta la hipocresía con la que le insinuás mis logros a tu mamá, que asiente y dice que me quiere en la familia, y vos decís que eso sería bueno, aunque tus hermanas son un poco chicas para mí. Cómo podés estar así, tan enamorada de tu monólogo sobre lo bueno que resulto a la hora de la cena, lo exacto que soy en las conversaciones telefónicas y lo lindo -recomendable, positivo- que sería encontrar a alguien como yo. ¿Por qué no yo mismo? ¿Para qué seguir con el cuento, cuándo te vas a hacer cargo? Me inquieta tu pacatería de castillo inflable, que improvises estúpidos argumentos sobre la integridad de la moral sexual y te acuestes con cualquiera menos conmigo -¡menos conmigo, que tengo todas y cada una de las vacunas al día!-, que pidas ser valorada y me sonrías con tus miserias en ropa interior. Me ofende -me ofende- que todavía no hayas alquilado el pack de ovarios que necesitás para reconocer y decirme en la cara que lo nuestro -claro, sí, seguro- funcionaría.-
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(imagen extraída de aquí)

jueves, 24 de febrero de 2011

mojigata

La piba que atiende la regaleríavideoclubpolirrubroquevendejueguitosdeplaystationydvd'struchos es una minita más bien flaca, de unos veintitantos años, metro setenta sobre sus zapatillas blancas con resortes rojos, paletas un tanto separadas, ojeras tapadas con acuarela negra, un piercing tornasol a la izquierda, justo por encima del labio -quizá en burda imitación al lunar que Marilyn Monroe ostentaba en su época con cinematográfica seducción-, un tanto mojigata, silenciosa, pelo recogido y que si la intuición masculina no me falla, se coje al dueño de la regaleríavideoclubetcéteraetcétera que es un gordito aficionado al hentai más primitivo, un digno servidor del mercado negro y el delito domésito y al que la vida -la historia, los nutricionistas, compañeros de colegio y productos para el acné fabricados en laboratorios de ultratumba- se encargó de tratar sin cuidado ni respeto ni suerte alguna. Lo cierto es que el muchacho debe comerse a su empleada, apenas más joven que él. Y no es por celos que conserve las locasdesquiciadasincoherentes ganas de revolcarme con ella entre las mesas de saldos y dvd's truchos que se exponen en ese local con vista al público por la calle Rivadavia: si quiero esnifar y dormir desnudo sobre esos caballetes que sostienen tablones que sostienen invendibles porquerías literarias y promociones de fascículos coleccionables con improbables recetas de cocina tailandesa, es porque soy un acérrimo detractor de la piratería, defensor de los derechos de autores desconocidos y miembro honorario del tácito Consejo de los Rompebolas Al Paso (CRAP). Así que no lo tomes a mal, no es contra vos ni contra tu industria a base de películas filmadas sin trípode en noches de preestrenos en cines en la periferia tumbera de Cataluña: sólo hago mi trabajo, o lo que dicta mi corazón analfabeto, que jamás supo ni de ortografía ni de las correctas reglas de puntuación.-
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martes, 22 de febrero de 2011

repente

El deseo de ahogarla con la almohada del telo fue un disparo tan hermoso como cínico, pero fue sólo eso: un disparo después del sexo y nada más. De verdad, nunca quise matarla. Yo no la maté, o ahora van a pensar que sí lo hice, que tenía intenciones de no verla más. Tenía la idea de no volver a verla, pero no así, tan de repente. No la quería, pero esa no es razón para verla muerta, y es todo lo que puedo decir. Más de una vez le di la espalda, quizá un tanto mambeado por esa imagen de ella en grito sordo contra la funda de la almohada, los brazos en shock y tintineantes, los pies estirados, volados por cuarto. Si es verdad que detrás de los espejos de los albergues transitorios hay cámaras o personal de limpieza que espía, me hubiese dado vergüenza el sólo hecho de que me vieran ahí, al filo de la cama, callado y con la mente en esa fotografía oscura, bajo las luces dicroicas del jacuzzi humeante. Si la hubiese matado -cosa que no hice-, sin dudas hubiese elegido un telo para dejar el cuerpo. Una cama que no es de nadie, miles de huellas por todos lados, un terreno neutro al que jamás volvería y del cual no tendría recuerdos. Nada de matarla en una esquina, dentro de un auto, en un baño del Centro. En un telo hubiese estado bien. Pero yo no lo hice. No juro que no la maté porque no se jura. Pero si tengo que jurarlo, te lo repito, yo no lo hice.-
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viernes, 18 de febrero de 2011

mayonesa

No podés mentirme cuando te digo que en esta casa hay olor a tipo, a otro tipo que no soy yo, y como solo vos y yo vivimos en esta casa, y como hasta donde conozco tu intimidad -que no es poco conocimiento- vos sos bastante mujercita, llego a la fresca y coherente y recontrahijadeputa deducción de que acá hubo otro tipo, que no es ni papá ni mi hermano ni el encargado del edificio ni el plomero -porque a todos ellos les conozco el olor, más al encargado, que siempre tiene olor a chivo-, entonces debe ser alguien que no ubico, que no es un vecino porque no recuerdo haber sentido este perfume en el ascensor, un perfume dulce, como el mío pero más barato -lo cual ya es difícil de conseguir-, una colonia de esas que se venden de promoción si comprás un desodorante de ambientes, si comprás una mayonesa light te dan este perfume de mierda que no es de mierda y que ahora quedó impregnado en mi almohada, es una herida en esta panza de plumas de ganso, plumas de yo mismo, que te dejo así, todo el día en casa, y vos traés a un tipo -que no soy yo-, o más de uno porque también veo varios vasos por lavar y coca en la heladera, y en esta casa las gaseosas son mala palabra porque te dan cólicos, y tus amigas tampoco toman coca, sólo te aceptan o un vasito de agua o de vodka con speed, entonces no me jodas, decime qué carajo pasó encima de mi almohada, qué te pasa por la cabeza cuando pinta gang bang en mi propia casa y comprás coca y ni me avisás.-
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miércoles, 16 de febrero de 2011

puesto

No dramaticemos, dijiste y fue un comentario acertado, un parche mal puesto en mi afecto mal puesto, pero sirvió para calmar. Entonces, con ese gol que metiste con la mano, en ese intento displicente para dejarme contento y sin vos, convenciste a esta bestia anestesiada. Y hasta te di la razón. Pero ahora que pasaron unos meses, y esto de morder el pasto y abrazarme al banco de suplentes ya no me conforma, me gustaría saber qué vas a hacer cuando Madrid se te haga monótono como a mí viajar en la línea A, o al momento en que te descubras aburrida de planchar una y otra vez el mismo calzoncillo slip color salmón, con el elástico vencido y que ya perfila una prolijísima llanura de pelotitas de algodón a la altura de la entrepierna, mientras en una radio clavada en A.M. suene ese tema por el que Montaner no merece vivir (o al menos, no de la música). Ahí sí contame. Digo: no que me cuentes cómo será -ya lo sé, lo imagino: vos, de uñas descuidadas, experta usuaria de los deliverys palermitanos, adicta a la levotiroxina por deporte, para tener un pasatiempo que no sea mirar repeticiones de los reality shows holandeses-, sino que me cuentes -me contabilices- entre los primeros puestos en tu lista de posibles candidatos a serrucharle el piso al cabeza de palangana de tu marido. Avisame antes de que me caiga de la intención romántica. Y antes de que a vos se te caigan hasta las agallas para llamarme.-
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martes, 15 de febrero de 2011

31

Dentro de las zonas postergadas por la política y los tours pacatos organizados para turistas, la Villa 31 -así, en mayúsculas, porque Villa es el primer nombre de un barrio- es de los asentamientos más light dentro de la franja de lugares pulenta. O al menos así lo describen buena parte de sus habitantes, que aseguran que se puede salir a las tres de la mañana sin problemas. El tema suele ser entrar, y una vez adentro, no mirar lo que no tenés que mirar, aclara un tipo canoso y que jura que vivió en una favela. Mirar lo que no tenés que mirar: dícese de los vendedores de paco al paso, los pendejos fisura, las minas de los vecinos. En la 31, los códigos parecen ser los mismos que en Barrio Norte, pero un tanto más estrictos. A falta de espacios verdes -predomina el marrón y el salpicado de las casas amontonadas en beige, azul y terracota-, a los pibes les sobran huevos y respeto: por una mina te clavan. Otro consejo es no dar vueltas. Andá a donde tengas que ir, me explican. Porque si vos, en tu barrio, ves que hay alguien que anda yirando, también te alarmás, ¿no? comparan. Digo que sí, que supongo. Iré a donde tenga que ir, y ese lugar es un galpón bajo la autopista. Allí también hay un basural que se arrincona contra una de las columnas que sostienen la autopista, y que a la vez, hace de pared de una casilla. Las chapas tapan la única inscripción que hay pintada en la columna: se lee "Dios volve". Y no hay más nada que leer.-
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jueves, 10 de febrero de 2011

Parkinson

No debiste haber filmado ese video porno. No sin mí. No con él: camarógrafo amateur y con Parkinson, en evidente principio de ancianidad por el temblor de esa cámara que ubicada desde arriba, se movió lo mismo que si hubiesen estado en un barco, porque entiendo que ese video no fue grabado en un barco, o ahora vas a decirme que andás sacándote mis fantasías sexuales con cualquier adolescente sin pulso. Y no entiendo por qué con él y no conmigo, si creo haber revalidado varias veces mis credenciales de actor de oficio, si cada fin de semana yo era voz cantante en las reuniones familiares, y en la intimidad de nuestra casa, no hubo noche en que no montaras escenita de cuarta y aún así, yo siempre de zapateo para con la cantaleta que me pusieras. No te fue suficiente mi versatilidad. Querías un principiante. Un pelotudo. Querías subirlo a internet, sentir la libido de los nerds que se manosean en los locutorios de Flores. Querías todo y yo sólo te quería como ahora te tengo: inmortalizada en un accidente de dos minutos y treinta segundos, muda de sexo, con los ojos tan abiertos y sin reproches.-
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lunes, 7 de febrero de 2011

caracú

Se llama Milagros, es médica a domicilio y es todo lo que voy a decir. No pienso detallar los ojos enormes de una mujer para el infarto, sus rasgos turcos, la boca en carnaval y sus manos -qué manos- de profesional comprometida con el paciente impaciente que para no ser mal educado, se deja envolver por ese perfume y su tibieza casi maternal. Llegó para revisarme por una molestia menor en el ojo izquierdo y para eso me palpó hasta el caracú, frente a mi mujer, los chicos, la suegra, una vecina que sólo viene para comerse las galletitas que Ramón me trae de contrabando desde el Perú, el mismísimo Ramón y el caniche Juan Carlitos. Con público, palco VIP y plateas agotadas, Milagros me tocó hasta Para Elisa en el piano. Pero no voy a decir nada de Milagros. No del vicio de la jerga médica a flor de piel. De su discurso esperanzador, optimista para con el enfermo, arengador e inclusivo, siempre entre la primera persona y el plural. Porque ella dijo no me tomes un vaso entero de agua, eh, que con lo que tenés en el ojo, te puede hacer mal. "No me tomes", dijo, muy clarito. Y después dijo si nos sentimos mal, llamame. Y yo que mis ojos le decían por qué no te quedás, Milagritos, que a un enfermo no se le niega ni un vaso de agua ni una cucharita un domingo a la noche, y para un tipo como yo, todas las noches son domingos. Además, si nos sentimos mal...cómo voy a saber yo si vos estás mal. Milagros...Dios mío, Milagritos, Milagros y sólo voy a recordar(les) eso, su nombre, a secas, porque con su nombre basta. Milagros, y he dicho.-
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viernes, 4 de febrero de 2011

Rivadavia

Debato por días con la mujer del 113, y ella sólo responde la hora: insignificante reloj parlante con su voz monocorde, y yo que le cuento anécdotas y la invito a salir, y ella que nada, que son las mil y una y ese bip afinado en NO mayor. Salgo con el auto para encender el GPS y sentir que todavía existe una mujer con el grato permiso y la convicción de que tiene sentido darme órdenes. Su voz metálica -el acento españolizado, casi tartamudo, de taxista subnormal, burócrata empleada drogada o de adolescente en el clímax de un pedo violento con Fernet vencido- me seduce, invita a girar a la izquierda, llegando a destino por la derecha. De qué destino me hablás. Qué es en concreto ese destino apócrifo, de pantallita digital. Y a dónde voy sin esa mujer que se escapó de casa sin siquiera lavarse los dientes, a las apuradas tomó sus zapatos y se los llevó en la mano como para no hacer ruido, y en el camino me robó una réplica de un cuadro de Van Gogh. Qué trucha ella y la réplica y la situación. Y ahora tengo que viajar en subte o ir a las colas del banco para sentir un poco de compañía, el calor humano de las masas en traje. Colgarme de conversaciones con extraños, hablar de la farándula, programas del cable y series que no sigo. Pelear con los jubilados que juegan ajedrez en el Parque Rivadavia. Regatear con la compañía de gas. Despreocuparme por tu estado bucal y mi salud emocional.-
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miércoles, 2 de febrero de 2011

brackets

Hoy la marea dejó en la orilla dos lobos marinos muertos y Ella no tuvo mejor idea que arrastrarme hasta Uruguay para decirme que estaba embarazada. Con la excusa de una sorpresa, me obligó a contratar de apuro un tiempo compartido, señar un pasaje de avión a un precio infladísimo -temporada, señor, todos quieren viajar en esta época, explicó un empleado de treinta años y con brackets- y a malvender los pocos dólares que había ahorrado. Todo para decirme -decirnos a mí, a una porción de rabas agonizantes, a una cerveza y al mozo que nos traía la cuenta- que tendríamos un bebé, y que eso -un hijo, la responsabilidad y el compromiso de comprar una cuna- haría más sólido nuestro matrimonio en compota, la relación que desde hace tiempo y por cobarde jamás logré cortar. Allí, drogado entre los médanos de un lugar en el que nunca había estado, me pareció ver una pareja de extranjeros desnudos teniendo sexo. Nadie que tuviera un hijo podría exhibirse así, con descaro y sin preocupaciones. Más allá de los extranjeros, la manada de adolescentes acomodados, hippies de Blackberry que recién adentrados en el goce de su libertad condicionada al sueldo de papá, juegan a la experiencia de irse solos. Y frente a mí, la violencia del mar verde, que de a poco, rodea los cuerpos de dos lobos marinos que ya comienzan a pudrirse, así de muertos, de solos y sin cría.-
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