jueves, 18 de noviembre de 2010

enroque

Tu tranquilidad me inquieta y me obliga a fumar y a tomar café y a mentir y a escribir. Será que intuyo tu conspiración de terciopelo, y que ya no te persignás para conseguir dormirte sin mí. Ya ni soñás con mi sonrisa a tus espaldas, y al parecer, anestesiaste el desenfrenado ánimo revanchista que buscaba llegar hasta mi casa para quererme o apuñalarme, así, sin matices: siempre fuiste un francotirador poético y bipolar. Y esta vez -a diferencia de otras tantas-, lograste alcanzarme, e intuyo que sin quererlo. Era tan fácil. Tan simple. Y vos que hasta te habías entrenado para llamar la atención, lograste un encuentro cuando al fin te habías olvidado del asunto. Hasta ese momento -en que vos y mi distracción se dieron cita-, viviste desgraciada, y sin buscarlo, abrochaste el convoy de tu miseria a mi racha ganadora. Y ahí vamos: yo arrastrando hasta lo más bajo de tu tristeza. Me contagiaste tu angustia, y te quedaste con mi tranquilidad. Hiciste un gran enroque. Sólo me consuela la idea de haber hecho con vos una obra de infinita caridad emocional.-
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(imagen extraída de aquí)

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