lunes, 29 de noviembre de 2010

berberecho

Cuando no logres dormir, pensá en mí: prometo aburrite como un ancestral matrimonio de contadores alemanes sin vacaciones y que comparten hasta la oficina, seré tu somnífero para la histeria de ausencia, el Rivotril de los días, la justa charla deprimente y repetitiva y sin sentido. Y ya no me duele ser tu figurita menos cotizada del venido a menos álbum de financistas de fin de semana. Pero al principio no lo podía creer. No entendía cómo yo había llegado a cansarte, yo que tengo más temas que los Beatles, menos pulgas que un berberecho y más energía que la pandilla de matones intelectuales con los que hacés esquina y rancho. Yo que acaso te di alguna vez una razón para escribir, hoy devine en un impresentable peregrino con callos, mártir de jueguito en el Sega, un amigo. Eso mismo. Un lindo amigo a lo sumo, pero no más que eso: una sucursal oficial del amor de hermanos, de parientes lejanos que se olvidan y dejan de llamarse para los cumpleaños, sin rencores ni exigencias. Yo acepté la distancia: me hago cargo pero ya no me duele -te lo dije-, lo cual no implica que tu indiferencia sea una nueva causal de suicidio inspirativo en el desprolijo Código de Convivencia de los Amantes Torpes.-
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(imagen extraída de aquí)

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