miércoles, 18 de noviembre de 2009

celiacos

Las gotas de los aireacondicionados que se mezclan con la lluvia no anunciada por el servicio meteorológico; el eclipse de las BlackBerrys con frío; una tele clavada en los números de la Bolsa; el patrullero que aulla y pestañea en azul y blanco; mi pastilla que una vez en la boca, se parte en mínimas navajas con gusto a cereza; un nene que infla y desinfla una bolsa de supermercado embadurnada en poxiran; los paraguas que se rompen de tormenta; olor a garrapiñada pasada; la loca del Banco Patagonia, que baila y se enreda con su propia bufanda; una moneda de cinco centavos tirada; la agonía del humo del cigarrillo; promociones y descuentos en productos para celiacos; afiches y papelitos para contratar putas y viajes turísticos; el viento que dobla telones y desnuda oficinistas; ojos abiertos frente a las avenidas; perfume de Barrio Norte; revistas para tatuadores con disfunción eréctil; tres corbatas de invierno; el carro de los cartoneros que rompen bolsas en busca del día; café con leche descremada; una señora que pregunta dónde se toma el 132; las palomas que se cuelan en los cables de luz; mi pelo mareado frente a la vidriera de una rotisería; la miseria humana que se hunde para siempre en el barro de las tres de la tarde.-
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(imagen extraída de aquí)

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