martes, 7 de julio de 2009

Merval

No me importa en lo absoluto ni lo que decís vos ni lo que dice la guía del museo, una señorota más bien obesa, con voz histérica, perfume de abuela y que se presenta como Olga -hola Olga, dice a coro el contingente de turistas cuando ella comenta su nombre y explica la recorrida-. No me importó a dónde iríamos desde el momento en que invitaste "a ver algo re-divertido". No me importó siquiera desde el instante en que tu nombre se hizo presente en la pantalla de mi celular: en esa indescifrable fracción de tiempo -juraría que fue mínima y que no hay forma de medirla-, todo perdió sentido. Ahora mismo, mientras Olga se luce en una performance genial que es halagada desde el silencio por extranjeros, freaks, e incluso por vos misma, yo -marginal, liminal, lateral- le presto a Olga la misma atención que a la caída del Merval. Olga, turistas, sus cámaras fotográficas e incluso el museo -que no está nada mal, y para ser sincero, es un lugar fascinante al que vengo cada vez que puedo escapar del trabajo-, quedan en un segundo plano mientras vos haces tu show de espectadora que aprende con cada enseñanza de Olga. ¿Ven aquí? Frida Kalho quiso exacerbar el rojo vivo de los dos frutos, que para mí no son más que dos tomates abiertos, no hay mayor genialidad que mamá cuando hace una ensalada caprese, pero vos mirás estupefacta, y eso basta para que yo te mire tan estúpido: tus ojos en el cuadro y yo en el marco de la puerta de este affaire para alquilar balcones.-
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(imagen extraída de aquí)

2 comentarios:

Soy peregrinaperla dijo...

y así fue como nunca encontramos las obras de Kahlo.

Anónimo dijo...

que malo nube gris

me fui