Y ahora, con este nuevo disparo en el hígado -nena, me heriste de muerte pero te fuiste antes de aprovechar la agonía del minuto noventa-, mirá quién volvió y hace sonar las campanas, mirá quién incendia las caravanas, quién da vuelta las palanganas, quién no se queda con las ganas
-si yo tengo la razón, y no hay oposición...-. Mirá quién se limpió la sangre del ojo, vengo con el delirio de Napoleón y William Wallace, vengo y sin barbijo ni antecentes, caigo como una nueva figurita, caigo y caigo, y qué le vas a hacer. Si ves que se te inunda el bidet o se te pasan los ravioles, que no te sorprenda. Pensaste que te librarías de mí, que con el palazo en la nuca me iba a quedar muzzarella, que la tertulia se acaba cuando a vos se te fulmina el pesto, pero mirá vos, mirá cómo aparece el amigo, miralo bien porque no vas a volver a verlo así, tan sueltito él, cantante que le dicen, cuerpito gentil, con la culpa peso pluma y la soberbia para repartir en sachet. Ahora sí, seguilo como vos quieras, o como puedas, y sino, no lo sigas, él sabrá dónde ubicarte: lo supo siempre, siempre volviste y si siempre volvemos debe ser porque siempre algo nos queda.-
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