viernes, 27 de febrero de 2009

arturito

Difícil olvidar a tan fino peleador callejero, rompenucas de película, terror de patovicas y mafiosos del Bajo Flores, a mano limpia se las arreglaba con cualquiera, le fiaban hasta en el bondi, hasta los dealers, hasta las putas le fiaban y agradecían, porque el tipo era un caballero, y además, era precioso, no muy alto ni muy delgado ni musculoso, era un hombre normal pero de ojos furiosos, rostro perfecto y siempre bien vestido y perfumado y con modales, se la bancaba en cualquier lado sin importar el número, experto cabeceador de tabiques, he visto cómo uno tras otro le rompían botellas en el marote y el tipo jamás se cayó, jamás protestó ni bajó la cabeza, jamás violó a una mujer pero tampoco lo vi jamás con una de ellas, era un duro, andaba solo, sin muchos amigos y con más vicios que peleas ganadas, formidable armador de fasos, merquero de colección, manipulaba el arturito con soberbia elegancia, pero era un tipo discreto, sobrio en su andar, borracho desde los 12, sin tatuajes, un rebelde salido de la primera hora, de esos que caminan Buenos Aires en pantuflas, cómo voy a olvidarlo, una pena que se haya quedado en el tiempo, que se pasara de macho alfa, que haya querido esquivar la bala de un hijo de la clase más alta de una subdependencia de las variedades de Palermo, un auténtico producto del Palais de Glace, y el tipo se le hizo el malo, desconocía la existencia de la pólvora, cómo lo voy a olvidar, la muerte de un guapo no es poca cosa.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

jueves, 26 de febrero de 2009

leproso

A los cinco años descubrí el placer de vivir bajo el agua hirviendo. Para ese entonces podía controlarlo: permanecía unos segundos en ese delicioso calor y luego la entibiaba. Años más tarde, no podría evitar la excitación que genera ver la piel roja que se arruga hasta partirse y mostrar nuevas pieles más profundas. Cuando mamá me encontró sentado bajo la ducha, irritado y jadeante, inmerso en el vapor que se acumulaba luego de horas y horas de haber tenido las canillas abiertas, se puso a llorar de vergüenza. Sos un estúpido, me decía, loco de mierda, mirá lo que te hacés. En el colegio comenzaron a llamarme leproso, y las maestras no dejaban que nadie se sentara conmigo. Ir a la escuela era cada vez más difícil, y cuando estaba solo en mi casa y mamá tejía, si me ponía a pensar en mis compañeros sentía odio y corría a mojarme bajo la ducha. Mamá toleró la humillación durante algunas semanas, hasta que me cambió de colegio. Era verano y ella me vestía de mangas largas para que nadie viera mis heridas. En caso de que alguien preguntara si tenía calor, yo negaba con la cabeza y explicaba que siempre tenía frío. Nunca fui a dormir a la casa de nadie: mamá no me dejaba, decía que me mirarían raro si se daban cuenta de mi tema. Para no hacerme sentir tan mal ni tan solo, mamá dejaba que me quedara durante horas bajo el agua hirviendo. La única condición es que no le digas a nadie nuestro secreto, me decía y sonreía, sentada en el baño mientras veía cómo me bañaba durante largo rato. , contestaba yo, y le hice caso nada más que durante el resto de su vida.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

miércoles, 25 de febrero de 2009

festiva

Habrá que matarlo entonces, resolvieron los ojos de papá, que aún se quedaban en los ojos jadeantes del caballo que temblaba e intentaba reincorporarse sin lograrlo: una de sus patas traseras estaba partida en dos. Es cruel dejar que muera un animal en estas condiciones, dijo el tío Norberto, que es un hombre que enuncia frases estúpidas como si dijera secretos universales, y papá buscó un valiente en las caras de los peones: él no lo haría, él era valiente pero no salvaje, nadie con estómago y camisa Polo Ralph Lauren se atrevería a degollar a un caballo a medio morirse. Todos querían sacrificar a la yegua. En el campo, la vida sucede en esos detalles insignificantes: un camión de limones que vuelca en medio de la ruta, una bala perdida que le perfora la mano a un nene, o la muerte de un pariente. Allá morir es natural, pero a su vez, conserva esa novedad ridícula y casi festiva de las cosas que si bien no suceden todos los días -nadie muere dos veces-, aún provoca sorpresa. Vos: papá señaló al más joven de todos los peones, un petiso con cara de justo a mí me tenía que tocar. El empleado se sacó la camisa -no tenía más de 14 años-, apretó con los dientes un facón que brillaba en su boca, abrió las piernas y se puso sobre el lomo del caballo. Hacete hombre, dijo papá y me acarició la cabeza, y el hombre tajeó el cuello del animal: de la herida salió un chorro de sangre que pintó de rojo la cara del peón.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

martes, 24 de febrero de 2009

bis

Tu nombre en la puerta y entonces compro una entrada, como la primera noche en que te vi medio picadita y así y todo, saqué boleto y me subí a tu trencito de la alegría que terminó por descarrilar. ¿Una sola entrada? pregunta el metro cincuenta del acomodador, haciendo énfasis en la palabra "sola", y le miento con un sí, una sola entrada, desde que falleció mi novia y toda mi familia que ando solo y borracho por calle Corrientes, y entonces ya no tuvo más ganas de hacer preguntas pelotudas. Veinte minutos después, vos y el escenario: en el tiempo en que estuvimos juntos, siempre había prometido que iría a verte actuar, pero nunca terminé de tener ganas. Me arrepiento de no haberlo hecho. De corazón, si por esas cosas geniales que tiene la vida, volvés a saber de mí, me arrepiento de eso. Te lo diría ahora pero para qué: estás allá arriba dando un gran show, y me alegra ver que tu delirio de llegar a ser una gran actriz, al final, se concretó con esfuerzo y puntualidad. Por el momento, yo soy un boludo con vista al pulmón de manzana, un venido a menos, un sin refugio, cansado. Ey, terminó la obra. Quiero más pero acá no gritan bis. Los hombres aplauden de pie: ¿cuántos de estos tipos te habrán visto desnuda? Dejá, no quiero saberlo, ya fue, no me lo digas, así estamos bien, siempre lo mismo con vos, eh...-
.
.
(imagen extraída de aquí)

lunes, 23 de febrero de 2009

trasnoche

Cada vez que pienso en tomarme un container de Rivotril o vaciar en mis patillas el cargador de la Colt 1911 que me regaló el abuelo para defensa personal, escucho bajito un CD de Charlie Parker y te veo bailar desnuda en la ventana de tu habitación. Vos siempre tan vos, tan mi vecina de enfrente, tan sin sentido, tan ego con tus pasos de bailanta made in conurbano, con tu técnica sinfónica frenética: verte y sólo verte bailar desnuda, es un acto por demás ordinario, pero mejor así, sin sobresaltos ni sorpresas ni amores propios. Tu cuerpo invita a quedarse en la ventana, pero también anestesia, conmueve, adormece. Es difícil no marearse con tu cuerpo desnudo: el espejo en el que te mirás tiene mucha paciencia. Yo por mi parte tengo tiempo, y eso me basta. Así te miro, en la primera fila de mi balcón, tengo un lugar privilegiado en esta función de trasnoche, pero no soy el único y cada balcón de Buenos Aires es una postal de un hombre que se duerme en la ventana de su departamento, mirando cómo vos jugás a desvestirte y a volvernos miserables.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

domingo, 22 de febrero de 2009

¿peligro?

1.45 A.M., Las Cañitas, pasaje Natalia Natalia, lluvia importante, curioso cartel en la vía pública.-

viernes, 20 de febrero de 2009

foco

El video es lo de siempre: Zandra -recién salida de la ducha, cubre con la toalla blanca un cuerpo bronceado con prolijidad. Está descalza, sus ojos son verdes y el cabello rubio. En el hombro derecho tiene tatuada una estrella- le abre la puerta a un Richard -confiado, musculoso, metro noventa, manos gigantes- que viene a reparar el desperfecto en la señal del cable. Zandra finge no entender nada: ni cómo se quedaron sin los 839 canales inservibles, ni cómo llegó al mundo, ni qué es el sexo, ni cuál es la química entre los hombres y las mujeres. Zandra es, en la escena, una perfecta imbécil, amateur en cualquier lado, iniciada colegiala que apenas le habrá dado un beso por error a un amigo en alguna fiesta de esas fraternidades yanquis. Zandra dice que su madre se fue a comprar unas cosas, pero que pronto volverá. Mientras tanto, ella camina con la toalla atada por encima de los pechos, y Richard, bestia en celo, la observa, con la convicción de que ella lo está provocando. Entonces Richard se acerca, dice vamos muñeca has esperado esto desde que llegué, y ella que no entiendo Richard, ¿tú no eres el hombre del cable? y Richard que sí nena, pero puedo tomarme unos minutos de descanso, e inician un sexo consentido pero brutal, y ahora es Richard quien ostenta una virilidad enorme, que sólo es bien valuada en las películas porno y en los vestuarios en que uno se cambia con el equipo rival, y ella gime por contrato, Richard parece disfrutarlo y Zandra pierde la mirada, la piel de su tatuaje brilla, Zandra no sonríe, los párpados están muertos, desnuda es preciosa, el pelo cae sobre unos pechos en punta, descomunales, y yo me quedo con esos ojos cansados desde un principio, la mirada que se pierde fuera del foco, como una escena repetida, una toma programada y constante, y tengo ganas de abrazar a Zandra, invitarla a cenar, a tomar algo, porque conozco esos ojos de Zandra, Zandra yo te conozco, Zandra yo te entiendo, pero Zandra sólo me devuelve una parte de su tatuaje que brilla ante las luces del set de filmación.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

jueves, 19 de febrero de 2009

gorgojo

Soy el tipo que desafloja los tornillos de las tribunas en los espectáculos al aire libre;
el que se roba los rollos de papel higiénico en los baños de las estaciones de servicio;
el gorgojo que se cría en los paquetes de alimentos perecederos;
el pitbull terrier que devora la mano del dueño;
las pilas gastadas del control remoto;
la pata de la silla con la que te golpeás el dedo meñique;
la piedra que viene de la tribuna contraria;
el detergente que se queda en el limpiaparabrisas;
el teléfono descompuesto;
el que estaciona en doble fila;
el margen de error en los cálculos con decimales;
la baldosa floja;
la mancha de lavandina;
las arrugas en la frente;
el mate lavado;
la fiebre, el hambre y la soberbia.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

miércoles, 18 de febrero de 2009

bonete

No puedo creer que hayas estado con ese pelotudo -señor pelotudo, pelotudo de profesión, un pelotudo cultivado para no ser menos, lo que técnicos y especialistas llamarían un pelotudo de conserva, un pelotudo de culto- habiéndome tenido a mí. Dale, decíme que se llama Raúl, decíme que se llama Raúl o Ramón o Washington y me pongo un bonete y salgo a caminar de rodillas por la calle a que la gente me escupa. Un Raúl me zarpó la mina. Lo último que buscaba. Mis amigos se van a mear de risa, en las paradas de colectivo la gente me reconocerá, y en las colas del banco, voy a escuchar el murmullo de la gente sugiriendo que sí, creo que es él, a ese pibe se le fue la golfa con un Raúl. Mi familia se burlará: prefiere a un Raúl antes que a vos. Y yo voy a tener que callar, otorgar, comprender y tolerar. Mirá lo que me hacés, me cambiás por un Raúl. Al menos decíme que canta bien, que tiene guita, ¡no sé! justificate, dame una razón que me mienta al oído, para sentirme un poquito menos mejor que ese tal Raúl -¿se llama Raúl o no?-. Sino no entiendo, sino qué carajo hacés con un Raúl...
.
.
(imagen extraída de aquí)

martes, 17 de febrero de 2009

Quebracho

Más vale morir como un valiente que vivir como un cobarde, le dice Don Alejandro de la Vega -padre del tierno/carilindo/adinerado/simpático/culto Don Diego de la Vega, quien ante la más mínima injusticia se trasviste en El Zorro- a un grupo de fachos-terratenientes falsos-españoles -¿o eran mexicanos?- que, cual pincelada del movimiento Quebracho, se juntan en ronda y discuten las bondades de prender fuego California o mejor quedarse en el molde. Y mientras Don Alejandro dispara verdades a rolete, su hijo lo mira como diciendo qué pelotudo papá, qué ganas que tiene de romper las bolas y el statu quo, pero no le dice nada, lo deja hablar, hacerse el rebelde en las mesas redondas, flashear que es el Che Guevara, Juana de Arco, Napoleón. Al fin y al cabo, le habla a otra manga de cuasi-progres con guita y delirios anarquistas, y también arremete contra mi vaso de chocolatada sin grumos y contra mí, que estoy casi al borde de llamarte por teléfono para decirte cualquier huevada, lo que sea, preguntarte si estás viendo El Zorro, o si estás de novia, o yo qué sé. Pero no, yo no soy ni Don Alejandro ni Don Diego, y mucho menos el Zorro: a menudo, morir como un cobarde tiene más sentido -y mérito- que hacerse el valiente y quedar como un boludo.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

lunes, 16 de febrero de 2009

artificial

Vi tu cara en el subte: sólo tu cara, cerca de la puerta y entre el resto de las caras todas iguales. Y entonces la pregunta. Cómo te las ingeniás para vivir tan bien sin mí. Cómo llevas adelante lo artificial de no ver nunca más -nunca más, así dijiste- a la persona que hasta hace unos días amabas. Qué falso todo. Esto de cortar y dejar que el otro se vaya, se aleje, se muera, o haga cualquier cosa pero a ciegas ¿No te parece raro? ¿Que la gente quiera y desquiera con tanta facilidad? ¿Que deje de verse tal vez para siempre? -para siempre, así dijiste-, pero yo te vi, o vi tu cara, y en este momento aprieta la nostalgia en el estómago. Me gustaría que cayeras en ese error tan diplomático de los hombres, que me llamaras incluso contra mi pedido expreso de que no volvieras a hacerlo -no me llames, creo que dije- para preguntarme, aunque más no sea, cómo estoy, qué pasó con lo último que nos quedaba, que hay de nuevo esta tarde en el subte.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

viernes, 13 de febrero de 2009

San Valentín (II)

San Valentín: pegarte es cool, tiene onda y está bien visto. Pero yo no, para qué. Estoy a favor de que la gente se quiera, se ame, se arrincone en la maraña de los árboles en Palermo, disfrute del cliché de pies descalzos en espacios públicos, del beso obligado en las parejas adolescentes. Acepto el folclore, pero paso, no gracias, para mí no. No hay San Valentín para los solteros -qué carajo vamos a festejar-, y me atrevo a decir que San Valentín es, en parte, una falta de respeto, un insulto a los sin-pareja. Al fin y al cabo, San Valentín no es más que bailar capoeira frente a un tipo en silla de ruedas. Es pedirte que disfrutes de lo que no podés disfrutar por vos mismo, mirá, mirá cómo me divierto, mirá qué lindo es dar piquitos. Un acto aberrante, una burla, un pito catalán imperdonable. Los enamorados tienen todo el año para estar juntos. El hecho de elegir un día cualquiera -14 de febrero, por ponerle un día- para quererse en público, esconde en realidad un fin morboso y perverso: reírse en la cara del que se junta con amigos o sale a jugar al fútbol sin razón, o justamente, por esa misma razón.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

San Valentín

Cada vez que te veo, siento mariposas en la panza, dice ella mientras sus ojos y su cara me salpican de inexplicable felicidad, y entonces sonrío para tranquilizarla, respiro muy hondo, me aferro al banco de la plaza para no huir por mero impulso de pánico, la beso en la frente y con fingida tranquilidad contesto vamos ya mismo para el hospital. Saco un pañuelo blanco por la ventanilla: mi auto es rápido por Diaz Velez, el resto de los coches parecen parados y ella pregunta ¿cuál es la emergencia? Enciendo la radio para distraerla: no sea cosa de ponerla mal y se dé cuenta de todo. Amo lo que amas yo te amo: los adolescentes cambiaron a Joan Manuel Serrat -hombre que le cantaba a la libertad- por un estúpido que le susurra a un paquete de jabón en polvo. Mejor no escuchar nada, así estamos bien. San Valentín de mierda, pienso y le regalo a ella una sonrisa de plastilina, pero esa plastilina que se pone muy dura después de un tiempito afuera de la lata. ¿Siguen existiendo esas plastilinas? ¿Existirá vida en otros planetas? ¿Quiere una silla de ruedas o puede caminar? pregunta un enfermero y ella dice que no se siente mal y que no sabe por qué está acá y que es todo una confusión y yo le explico lo de las mariposas y le digo a un médico que es necesario hacerle una autopsia, y que esto, y que lo otro, y que ella se queja pero se pone la máscara y respira y se duerme con la anestesia. Horas más tarde, el médico me dejaría entrar al quirófano. ¿Quiere verla, está seguro? pregunta el cirujano, aunque en realidad lo que quiere decir es vení a verla, te morís por saber qué pasa. Desde el techo, luces apuntan a un cuerpo que permanece dormido, y en el cuerpo dormido, a la altura del estómago, un hueco donde se mezcla sangre, órganos y orugas que aún se retuercen de muerte.
La operación fue un éxito: siempre quise que me dijeran eso. Apretón de manos y sonrisas compartidas:
-Justo a tiempo, ¿no doctor?
-Justo a tiempo, camarada.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

jueves, 12 de febrero de 2009

Cosmopolitan

Me compré un celular con cámara pero desde luego, no uso la cámara de mi celular; amaría estar en una partuza con Scarlett Johansson y Penélope Cruz, pero tengo claro que no haría ni el menor esfuerzo en concretar un affaire con ambas; de a ratos encuentro un lindo libro en la biblioteca de mi casa, lo hojeo, subrayo frases, me aburro y lo dejo en el mismo lugar; de a ratos encuentro una linda mujer en el transporte público, en los recitales de bandas under, en las fiestas de amigas de ex novias, y repito un procedimiento similar al de los libros, cuando no son ellas quienes se aburren de mí y me devuelven a la biblioteca de mi casa; a menudo escribo mi mejor crónica periodística, hasta que escribo una mejor y renuevo mi fanatismo; me gustan las ropas coloridas pero reconozco que jamás aprenderé cómo lavarlas; me encanta el tema Crazy in love de Beyonce, pero no es políticamente correcto divulgar esa información; me pesa una cierta paranoia con la soledad, aunque intento no decirlo en las primeras citas; le tengo un profundo rechazo a los estudiantes de psicología, incluso más rechazo que a los psicólogos; evito escucharte cada vez que tu indiferencia se abanica con la revista Cosmopolitan en la orilla de tu ventana, cada vez que opinás de mí como se hace de una triste gestión de gobierno, con esa sinceridad casi institucional, ajena, empresarial, católica apostólica romana, caótica histriónica mundana.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

miércoles, 11 de febrero de 2009

banquete

Yo todavía curtía los mambos de un verano que se despedía con la cachetada más fina del viento, una cachetada con gusto a sal y perfume Givenchy, y sin demasiadas expectativas, me hice amigo de la fiesta de un amigo y entonces vos con tu simpleza de lluvia, fuiste un francotirador romántico y con tacos altos, una melosa película de viernes pre-sexo en casa, tu estilo y tu tranquilidad se hicieron un banquete con mi ánimo ofensivo-sensual-destructivo, que desde luego, se vio en decadencia: vos y todo lo que eso concierne me dieron cátedra en la materia Primeras impresiones que debo evitar. Jamás me podría haber fijado en vos. Eras la anti-cumbia, la no-bailanta, la vigilante del salón y hasta la mujer más interesante que permanecía en él, así de chiquitita, de inofensiva, sin expresiones ni sorpresas. Hasta que sonreíste. Ahí se me piantó un Ronaldinho, y el resto del equipo jugó a no ser tan imbécil, a comportarse, a vamos que esto no es nuevo, muchachos, pero me puse un toque nervioso: me despistaste. Entonces llegó el intercambio de nombres, mails, celulares. Caí en casa con alegría de nene en Disney. Al cabo de unos días te llamé y me atendió un gordo que dijo pibe vos estás drogado o que te pasa, ¿tengo voz de mina? Jamás sabré si me diste un teléfono cualquiera, o si en medio de esa algarabía de carnaval carioca, mis dedos y tus ojos bailaron en falso por sobre las teclas de un celular que lloró conmigo.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

martes, 10 de febrero de 2009

permiso

Tus fotos hacen lo que yo quiera. 
Tus fotos se encierran en el baño conmigo, se quedan en mi cuerpo y no me apartan, se miran entre ellas, sonríen todo el tiempo y no piden explicaciones de ningún tipo. 
Tus fotos no se ponen celosas si yo estoy con otras fotos, no tienen problema si las dejo tiradas por cualquier lado, no les incomoda que las muestre o las lleve a las fiestas del trabajo ni se quejan cada vez que llego tarde. 
Tus fotos no lloran de noche. 
Tus fotos no extrañan pero no decepcionan ni hablan de más. 
Tus fotos van al cine y no piden pochoclo salado, no preguntan ¿qué fue lo que dijo Penélope Cruz?, ni se aburren cuando leo mis textos. 
Tus fotos no exigen sushi dos veces por semana. 
Tus fotos huelen bien todo el tiempo y no ruegan que me afeite seguido. 
Tu recuerdo hijo de puta nos acompaña sin pedir permiso.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

lunes, 9 de febrero de 2009

Moliere

Moliere. Ellos tres sabrán entender.-


Moliere. Jean-Baptiste Poquelin, actor y dramaturgo francés, devenido en boliche de San Telmo. Moliere. Séipesitotecuidoelautoamigo. Moliere. Fila en la puerta, dos puchos, cinco de la mañana, cuarenta mangos y un Chandon 187. Moliere. Juntadero de mugre, gatos viejos, resaca post-cincuenta y sesenta. Moliere. Mercado de pulgas, feria americana, se rifa un par de tetas que caen hasta el ombligo y la peluca de un tipo que fracasó con Schwanek. Moliere. Hombres sudadísimos bailan pasos inexplicables con mujeres aún más inexplicables y sudadas que ellos. Moliere. Pendejo de mierda, podría ser tu madre. Moliere. Podrías pero no lo sos, vieja simpática. Moliere. Las tarimas geriátricas estallan de cumbia y espasmos. Moliere. Cae agua de las paredes, y en las mujeres, bigotes de transpiración. Moliere. esquetequiero uooooooó, beibitequiero uó uó. Moliere. No veo la salida de emergencia. Moliere. Una foto de Picasso identifica cuál es el baño de hombres. Moliere. El gel acá está re-in. Moliere. Tire la caña, acódese en la barra y espere unos instantes. Moliere. Paraíso e infierno de gente sin compañía. Moliere. Cuánta soledad en esta ciudad que se trasviste con sus mejores ropas de circo.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

viernes, 6 de febrero de 2009

siniestra

Quiero que hablemos de lo que sentimos con la misma naturalidad con que las mujeres hermosas describen su tránsito lento en las publicidades de Activia bebible. Quiero disfrutar esta birra sin sentir la presión de que en un par de horas vas a preguntarme si todo anda bien, si mejor no, si dejamos la intimidad para otro momento. Me gustaría que me des la mano cuando tengas ganas de darme la mano, que me estampes un beso en la boca si te pinta darme un beso cuando abrís la puerta de tu casa; que hagas y te dejes por doquier, a troche y moche, que a diestra y siniestra desparrames tus alegrías, felicidades y me convides tus buenas nuevas. Sería lindo y casi positivo, que la espontaneidad juegue de titular cada vez que te invito a cenar, que digas más seguido que sí, que despejes los quizá, que sugieras algo cuando disparás un no. Y aunque ya sé que para vos pasó de moda decir te quiero, y pienses que ni siquiera tiene onda que lo mencione, aunque no es cool y es más bien freak, gag, snob y sé que te produce pánico, yo voy a dejarme bardear, voy a ser muy grasa y predecible y hasta poco original, pero creo que predico con el ejemplo cuando te confieso que desde que te conocí, nada es igual.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

jueves, 5 de febrero de 2009

reencuentro

Uñas rojas rasquetean el queso cheddar que se queda en la caja del cuarto de libra con queso. No descifro una mejor sintesis de vos. Tu acto inconsciente es, además de inconsciente, delator: sos un producto de dudosa calidad de exportación, una maravilla que se queda pegada a un paraíso de cartón pintado, y sos también un impulso, la uña roja que chilla contra la caja que segundos más tarde nos servirá de cenicero, o bien, caerá dentro de la bolsa del cartonero que le dará un final con sentido, tal vez un fin casi con amor y sentimiento, y es esa misma ilusión la que viajará en la bolsa de nylon hasta llegar al cielo de las cajas de cartón, a la muerte de toda caja que merece ser reciclada para renacer en un puñado de monedas que comprarán nuevas bolsas para salir a juntar esa misma caja de cartón que esta vez -para desgracia del medio ambiente y para mi felicidad de astronauta al que le dicen que viajará a la luna- nosotros utilizamos como cenicero, porque todavía el rojo en tus uñas sugiere revancha, tus uñas rojas piden un tercer tiempo, y ya comienzo a pensar que hice bien en venir: siempre vamos a tener un reencuentro.-
.
.
(imagen extraida de aquí)

miércoles, 4 de febrero de 2009

Schwarzenegger

Oh, vamos, sabes que eres la mujer de mis sueños, le dice Arnold Schwarzenegger en El vengador del futuro a una rubia infernal, contratada por el servicio secreto de los Estados Unidos para inventarle una vida después de que le lavaron el cerebro porque el tipo estuvo en Marte y que haya ido a Marte no está bueno, no para los yanquis, que prefieren tenerlos a todos guardaditos en la tierra y con vidas de laboratorio. Mientras tanto, bebo de un trago mi Nesquik a medio entibiarse: grumos de chocolate aparecen por sobre la leche recién batida, el azúcar descansa en las profundidades del vaso, y Schwarzenegger ya está cagando a trompadas a la mina que hace unos diez minutos le juraba un sexo interplanetario, afrodisíaco y casi prohibido. En medio de un enfrentamiento vintage-futurista (no es una contradicción: la escena nos da la idea de qué flasheaban los directores norteamericanos cuando se ponían a adivinar, hace unos veinte años, sobre qué pasaría veinte años más tarde. El resultado es la nada misma: la invención de iPods con más capacidad y mejores carcasas, algunas vacunas para enfermedades que nadie padece, y nuevos problemas micro-inmunológico-cardíaco-ambientales) alguien toca la puerta. Arnold, no lo hagas, le grito, pero Arnold -de 17 pulgadas- y su curiosidad de jardín de infantes, la convicción de que algo no anda bien, su inquietud por salvar al mundo, ese desmesurado ánimo pendenciero y hasta la certeza de que es todo parte de la filmación y de que no saldrá herido bajo ningún concepto -porque en menos de veinte años debe ser gobernador de California, y nadie quiere un gobernador discapacitado-, abren la puerta con ganas de encontrar problemas.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

martes, 3 de febrero de 2009

Sugus

Dos cafés y la cuenta: lo nuestro, querida amiga, no va más. Así de simple: cambio y fuera, a las duchas, punto final. Te agradezco por todo pero ya no tolero tu falta de reglamento, tu poca diplomacia para querer, y no pretendo perfumes ajenos en mis almohadones de lino, dejame que yo me divierta con otras majas y vos con otros pajarracos. Seguí festejando tu corona de papel de Biblia, seguí con la celebración de tu soberbia y otras ilusiones y triunfos: yo voy a seguir buscando muñecas en boutiques, Cenicientas en fiestas privadas, medias naranjas en fruterías del barrio. Así es mejor, así estamos bien: yo te hice ver especial, y vos me hiciste confiar y ahora me decepcionaste. Me molesta un poco saber que me equivoqué, que sos una fábula, un Sugus, una truchada, una estafa. Pero bueno, al menos me das la posibilidad de decir una frase que siempre quise decir: sos igual a todas, sos un taxi en la city porteña, sos un adoquín en San Telmo, y como vos hay miles. Y ahora sí, como caballero -yo sí soy único, recordalo- hago una reverencia, te beso la mano, te agradezco por los buenos momentos y de vos me despido: a lo lejos ya lo veo, vienen despacio pero vienen, son otras mujeres, son el recambio.-
.
.
(imagen extraida de aquí)

lunes, 2 de febrero de 2009

certeza

A mi hermano B.F.R., que pensamos lo mismo en el mismo momento, sin darnos cuenta.-
Me pica, me duele, me molesta, me enferma, me incinera la idea de tener la sola certeza en esta incoherente vida de que cuando la brasa se apiade del camellito, voy a estampar el filtro del cigarrillo contra el marco de la ventana. Es lo único que sé: la puta madre, no sé nada, y me pica, y me rasco, y es cada vez peor y soy lo mismo que hace quince años, quince años para no ser nada, ser un título terciario, un puñado de días con fiestas y libros comprados en mitad de precio, soy todo preguntas y expectativas y una esperanza, soy un hijo colgado en las trepadoras de Plaza Flores, y espero llegar al otro caño para llegar al otro lado, pero siempre estoy colgado en el medio sin poder llegar al otro caño por miedo a caer en la arena, y el piso está tan lejos, y en Plaza Flores ya no hay más trepadoras porque los faloperos se juntaban ahí a pegar merca y las sacaron, y hay cada vez más hijos con ganas de subirse a las trepadoras, y cuando era chico uno podía llorar en las trepadoras antes de caer en la arena, ahora ya ni llorar se puede, la puta madre, ni llorar te dejan, y me pica, me lastima, me incomoda, me altera, me deprime, y no quiero andar por la vida con un traje Armani y una corbata Versace y todavía colgado en las trepadoras, no quiero ser agua en el agua, y eso, te juro, me pica, y me rasco, y no quiero empezar a sangrar escondido debajo de mi cama ni quiero ensuciar a la gente que me rodea.-
.
.
(imagen extraida de aquí)