jueves, 15 de enero de 2009

1200

Andá de Nana, dijo el conserje y levantó una ceja mientras deslizaba por sobre el escritorio un papel con un dibujo del camino. Nana es, ni más ni menos, que un barrio cerrado con pasillos blancos y luces rojas, y en cada pasillo hay puertas que tienen un nombre: Claudia, María, Virginia. Por unos 1200 uruguayos, las chicas obsequian el souvenir de un lugar mítico en lo que fuere la Banda Oriental. Hoy, la primera y única central de donde emana el mejor sexo de Punta del Este, se ubica en esta casa de citas, alejada del glamour y la obscenidad de ciertas opulencias, en la -deteriorada y venida a menos- zona roja de Maldonado: un lugar áspero donde es preferible no perderse y jamás parecer turista, menos argentino. Más vale entonces tomar el consejo e ir a lo de Nana -¿quién habrá sido Nana?- y acto seguido, tomar el papel que ofrece el conserje para no caer en las fauces de una casa de burlesque de mala muerte.
No hay carteles ni señales. Nana es, hasta el momento, un plano en el dorso de un volante de una pizzería. A los cinco minutos, Nana es un estacionamiento, donde un pibe con retrasos mentales y una pechera celeste acomoda los autos con prolijidad de orfebre. Un tipo de (in)seguridad certifica que mi amigo y yo seamos mayores. A sus espaldas, Almafuerte no reemplaza a las cálidas melodías de Phill Collins que tanto me han acompañado en las noches de lujuria adolescente en albergues transitorios.
-Pasen chicos
-¿Nos recomendás alguna mina en especial?
-No puedo.
-Dale, no seas ortiba
-No puedo.
El tipo no puede elegir a una de las 33 putas no porque esten todas buenísimas, sino porque no está para hacer lobby sino para ver que los pendejos bien de Punta y los viejos gateros que dejan el Conrad para escapar de sus mujeres tengan, en efecto, 18 años. Le pagan por ser discreto, y escuchar la voz de Iorio de 21 a 5 de la madrugada. Mientras tanto, los restos de las cervezas recién tomadas -que son los restos de noches bien remuneradas- se acumulan en la ventana de uno de los cuartitos. Desde algún lugar del Este, Nana nos mira y le sonríe a su clientela.-

1 comentario:

María José Imperial Pelaggio dijo...

no sé cómo llegué hasta acá pero me gustó el blog.muy bueno