martes, 2 de diciembre de 2008

folclórico

Inauguran en el Partido de Nointeresa una salita de primeros auxilios, y como eso es noticia -ni hablar, es noticia- alguien más importante que yo determinó que alguien menos importante que él debía ir a cubrir dicho evento. Ese personaje prescindible, encargado de hacer algo respetable de un hecho más bien institucional y folclórico, soy yo. Autoridades a la vista como símbolo de miren que estamos trabajando y todo pasa por nuestras manos, reunidos en un salón de actos que transpira por las paredes blancas a medio pintar, dan la calurosa, o más bien, sofocante bienvenida: los ventiladores están al mango, y es la primera vez que veo a una mujer hermosa sudar, gotas caen por la simetría de una cara preciosa. Ella se acerca, tiene el pelo castaño recogido y los ojos muy verdes. Para tener algo más de cuarenta años, entra en la categoría de mamasa. Extiendo la mano pero ella improvisa un beso, entonces la gastada situación de incertidumbre y esa lucha entre la formalidad y la confianza: termino tomándola por el antebrazo y ella me da un -poco afortunado- beso en la nariz. Tiene un perfume intenso, de abuela: la hace diez años mayor, diez años que en su cuerpo se acumulan a la altura de las caderas como fina experiencia. En ese trayecto en que mis manos buscan salir del enredo, sin querer y de revés, toco uno de sus pechos que son los pechos más duros, al menos, de ese salón de actos. Mis ojos dicen yo no fui y ella intenta un te gustó. Sonrisas diplomáticas e incómodas sugieren ley de ventaja, y nos alejamos, ella con la promesa de enviarme unas fotos de la salita de primeros auxilios, y yo con la convicción de que sus pechos son operados.-
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(imágen extraída de aquí)

1 comentario:

Anónimo dijo...

jaja muy gracioso el final!

Efe Ele Efe