viernes, 17 de octubre de 2008

piano

Y entré en el preciso instante en que cantabas Te recuerdo Amanda, zurdita me saliste y yo que te veía por primera vez en un escenario y casi me arrepiento de amor, me quedo sin aire, me agarra un ataque de asma o patapúfete y ahí de toque me prendí un cigarrillo porque ya estaba nervioso. Te temblaban las piernitas, las piernitas te temblaban y te rendiste sobre un piano que desparramaba agudos por el salón, jugabas a ser Marilyn Monroe con tu vestido blanco, y tan cómoda parecías que no te creí la frialdad ni por un segundo. En un momento, tus ojos en mis ojos, la vida es eterna en cinco minutos cantabas y tal vez mirabas a tu papá que estaba detrás mío, o a tu novio que fue al concierto con sus amigos del Pochocler Chett & Cobby Rugby Club. Los cinco minutos te hacen florecer, y tus manos y la sonrisa son ademanes que coronan una melodía triste, de pueblo, y que ni tu novio ni sus amigos conocen: se miran entre ellos, no entienden de qué hablás, y a esta altura, después del último corriendo a la fábrica donde trabajaba Manuel, ya nadie en el teatro entiende nada, todos tan tontos nosotros y chiquitos y equivocados e improbables, que mejor aplaudir para salir del paso y no permitirse la humillante sensación de saber que vos tenés algo que el resto no.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

2 comentarios:

Hernán dijo...

Este garpa muchísimo, compañero. Como dice Ismael Serrano: "Que vivan Villa y Zapata, y que caigan los tiranos".

Anónimo dijo...

La sonrisa ancha, la calle mojada, los cinco minutos te hacen florecer....
Ojo, JB! Ya te va a agarrar tu flia. y te va a poner en vereda...
Slds, M.