viernes, 31 de octubre de 2008

autopistas

Ir a los carritos de la Costanera fue, al menos, arriesgado. Nos encontramos en la esquina de siempre, y después de largos caminos por autopistas y calles sin nombre, divisamos a lo lejos el cementerio de containers: más allá de las gigantescas cajas con vaya uno a saber qué carajo adentro, debería estar el río. Por un segundo imaginé que todo esto, como otras veces, era una gran emboscada con puros fines sexuales. La idea me sedujo, pero después propusiste comer un sanguche de bondiola. Reí. Me miraste sin comicidad. En serio te digo. Y entonces no me reí más y me resigné a la incertidumbre de amanecer con una intoxicación poco simpática.
Nos besamos al costado del Río de la Plata más sucio que jamás yo haya recordado. A los lados, la triste ilusión de los pescadores que sacaban de las aguas muertas olorosas bolsas plásticas de supermercado. Un señor demasiado alto para ser enano -mediría un metro cuarenta-, sacó una mojarrita que agitaba la cola por mero impulso de muerte. Los pescadores lo aplaudieron, en un acto de inexplicable admiración borderline, y el señorito levantó los brazos con pesada resignación. La felicidad de los idiotas: otra vez esa idea en mi cabeza, y te lo digo. Besos. Dejá en paz a los pescadores. Y en medio de una nueva ronda de aplausos por la captura de un nuevo pez, palpo mis labios para comprobar que ya ostento un flamante anzuelo que perfora mi boca.-

jueves, 30 de octubre de 2008

ramitas

Qué bueno sería que las mujeres dijeran que sí con la misma facilidad con la que prejuzgan;
que se descompusieran los bluetooth de todo el universo, se fundieran en babas azules que hicieran combustión dentro de los oídos de la gente;
que se cayeran -en interminables espirales hacia el cielo- los edificios con oficinas del servicio público;
que volviéramos a las cavernas, a las ramitas y el fuego, a lo primitivo del beso, de la mano, del verde y el agua y la luna;
que no hubiera que buscarle un sentido a todas las letras de Spinetta;
que llovieran desde las terrazas del centro, los costosos libros de la editorial Tusquets;
que te olvidaras de que hay que trabajar para vivir;
que me hicieras el verso una vez más, corrieras la cara cuando quiero darte un beso, y después te entregaras, como siempre, con la certeza de que al fin y al cabo no hay nada mejor que hacerlo.-
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(imagen extraída de aquí)

miércoles, 29 de octubre de 2008

jugosas

Carlos Pirisalves, más conocido en el barrio de Constitución como "Pirito", fue asesinado de tres disparos en el pecho por una banda de ladrones de Fuerte Apache, que según las últimas pericias extrapoliciales, habían aspirado más poxiran que el tipo que me plastificó el parquet de casa la semana pasada.
Hasta acá, todo bien.
Gente muere todos los días, no nos vamos a hacer mala sangre.
Pirito tenía una rotisería que llevaba su nombre. La rotisería estaba a la vuelta de mi trabajo. A raíz del asesinato de Pirito, cayó al lugar una inspección de salud e higiene y les descubrieron cucarachas y ratas en la heladera.
Descubrieron catorce cucarachas.
Las malas y honestas lenguas aseguran que jamás compraron nalga para hacer milanesas.
La verdad es que desde ese 14 de septiembre -odio la gente que dice "setiembre"- que no encuentro la milanesa indicada para mi paladar. Aún recorro cada local de Constitución con la esperanza de dar con ese sabor místico. Hay personas que todavía lloran la muerte del vecino, frente a la faja de clausura que impide el acceso a la rotisería "Pirito". Pero yo sé que se lamentan por la pérdida de esas milanesas. Y alguno que otro, se muerde los labios por la indignación de saber que fueron engañados durante tanto tiempo, creyendo comer milanesa de lomo y, en cambio, comiendo las más gordas y jugosas y frescas ratas que Pirito cazaba de madrugada en las inmediaciones de la estación.-
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(imagen extraída de aquí)

martes, 28 de octubre de 2008

323

La vi detrás de la vidriera, y no se cómo, hubo química entre ese montón de cables metidos dentro de plásticos y yo. No hubo química con el precio, pero sabía que si me estiraba un poco y usaba algunos ahorros que papá me había dejado para emprender la carrera de Ingeniería Industrial en la universidad privada -estudios que incluso jamás me había decidido a comenzar-, podría comprarme esa multiprocesadora perfecta, a la que sólo le hacia falta hablar, como decía mamá. La compré en cuotas, y en servicio al cliente, la empleada y su cabello recogido no entendían mi excitación por tener esa misma multiprocesadora. No quiero una en caja cerrada, dame la que está en exposición, pedí al vendedor y nadie comprendió por qué lo hacía. Ya palpitaba mis primeros inventos frutales, improvisaciones de tragos geniales y misteriosos. Mis amigos me lo agradecerían. Camino a casa, recordé el sabor de los licuados que me hacía mamá, y segundos más tarde, el resabio de los vómitos que venían por el abuso de esos mismos tragos exquisitos. Una vez, cuando era chico, me tomé cinco de banana con leche: le pedí a mamá que me llevara al hospital. En verdad me sentía muy mal: falté una semana al colegio y casi pierdo el año. Esa vuelta, en la cama de la habitación 323, mamá me dijo que yo hacía toda la pavada del hospital para llamar la atención. Mamá siempre decía que yo hacía cosas para llamar la atención. Será por eso que mientras se bañaba, enchufé la multiprocesadora que teníamos en casa y se la tiré en la bañadera. Mamá murió electrocutada, y así también no hubo más multiprocesadora. Pero ahora estoy feliz, porque otra vez, el destino me unió con la maquinaria perfecta que me devolverá las tardes de licuados y jugos insuperables, de esos para chuparse los dedos, como decía mamá.
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lunes, 27 de octubre de 2008

Tango

Desde la ventana de tu dormitorio se ve cada rincón de Liniers. Dentro de las casas, fiestas sin fiesta, y en los ceniceros, lo poco de ayer. Ya comienzan a encenderse las luces del alumbrado público: las ocho en algún reloj de la estación de tren. A los amantes les queda la siesta, y a los chicos, otro juego de potrero hasta que llegue la noche. Tango en la ferretería; se vuela el canto de la vecina que acompaña el tema mientras cuelga la ropa en la terraza del monoblock. Doña Sin Nombre baldea el frontón de la casa, las bicicletas se quedan en los cordones de las veredas, y el sol es un disparo en el cielo magenta. Gol de Vélez. Caen las cortinas artesanales en las ferias metálicas. El ferrocarril deja los andenes. La pava hierve. Y todo sucede mientras el barrio de Liniers nos mira, todo se ve desde la ventana de tu habitación.
Incluso se ve desde tu cama.-
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domingo, 26 de octubre de 2008

hombre

Hipócrita aquel hombre que afirma con plena convicción que prefiere la parranda indiscriminada de fin de semana a la estabilidad de una mujer que sabe hacer masajes tántricos. Mienten los que dicen que no quieren querer, ni les interesa ser queridos, ni se preocupan por hacerlo y muestran seguridad. Mienten, así de fácil. Mienten y se les nota, por más que los alcoholes disuadan la escena interna, que suene ha vuelto el matador en los parlantes del boliche y uno levante los brazos y las luces blancas lo iluminen y las mujeres se acerquen o comiencen a pensar apa, qué lindo que se puso el señorito; todo es efímero, todo verso, todo cuento. Disfrutan del momento, no dan explicaciones, no rinden cuentas y algunos niegan haber sido rechazados por una mujer alguna vez: ostentan un fixture de dudosa procedencia, se regodean en la noche y las putas, dan con sexos tan variados como vacíos. Y no saben -¡todavía no lo saben!- que aún no es hombre el hombre que jamás fue dejado por una mujer. Y tampoco saben lo que se pierden, porque eso es ser hombre de verdad: bancar los trapos a morir, aguantar los hielos, transpirar la camiseta, y hasta llorar. Sí chicas, los hombres lloramos por ustedes, pasamos por las puertas de sus casas, miramos fotos, escuchamos Arjona para recordarlas y nos escabullimos en perfumerías para pedir una muestra gratis de la fragancia que ustedes usan. Por eso te digo, y no tengo ninguna duda: el hombre que jamás fue dejado por una mujer todavía no se hizo hombre.-
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viernes, 24 de octubre de 2008

tesina

No sé si será muy pronto para decir te quiero, me importás, me hacés en verdad muy bien. Aunque interese poco el tema de los tiempos, por las dudas, tal vez no te lo diga: eso será ir contra las indicaciones del horóscopo de esta semana, que me recomendó sinceridad a la hora de expresar sus sentimientos. Los buenos horóscopos permiten que cualquier persona de cualquier signo se sienta identificado con las indicaciones dadas. Eso es genial. Voy a explicarte todo esto hundiendo mis dedos en un fuentón lleno de maníes, una madrugada en una de esas mesas en bares con vista al río. Mientras exponga mi tesina -Stella Artois de por medio-, tal vez asuma que el hombre es sólo un pequeño óvalo apenas partido al medio color beige, recubierto de una aceitosa cáscara bordó. Vas a mirarme y pensar que soy un idiota, berreta, triste filósofo de cantina de barrio, borracho de fin de semana. Igual vas a darme un beso y yo sonreiré, y entonces, las consignas del horóscopo de la semana: Sorpresa: controle sus nuevas ilusiones. Allí, voy a alejarme un poco para mirarte, tratar de adivinar qué estás pensando -jamás cometer el error de preguntarle a una mujer "¿qué estás pensando?"-, y cuando intente decir algo genuino, acudirá al momento los intereses contrapuestos de Salud: no beba mucha cerveza; mientras tus manos toman mis manos y cada vez sos más bonita, y en mi cabeza se dispara Negocios: deje buenas propinas; y se caen sobre la situación los consejos y palabras y recomendaciones y vaticinios y yo que entre la algarabía y la incertidumbre murmuraré algo que voy a preferir no recordar.
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jueves, 23 de octubre de 2008

carne

Tal vez debamos oir de boca de algún atolondrado, pavadas como que la certera puntada que el chueco Falingo le dio a Sosa en el medio del pecho fue un mero reflejo que acompañó la suerte. Los empleados del servicio penitenciario, sentados en una mesa junto a la ventana de un bar de Constitución, intentarán, entre puchos y botellas de cerveza, tejer aunque más no sea, una hipótesis convincente para explicar cómo fue que un marginal ignoto como Falingo mató de una sola cuchillada al viejo Sosa, que no era tan viejo pero tenía la suficiente cancha como para despacharse al nuevo interno de un saque.
Falingo había heredado el excelente manejo de la faca gracias al oficio de carnicero que su padre le enseñara desde chico. Así, vivió la mayor parte del tiempo en ese localcito de González Catán, rodeado de cortes de carne inventados y de azules baldes con grasa. No le daba impresión la sangre, y era capaz de carnear a un hombre. No por nada se enfrentó a Sosa, que lo miró y eso ya fue una provocación. Tampoco se lo vio a Falingo muy nervioso, en el histórico momento en que hundió la faca entera en el pecho de un Sosa que primero, cayó de rodillas con los ojos enormes, para luego convulcionar y escupir la sangre que más tarde, algunos internos mandados por Falingo debieron baldear en el patio del penal de Olmos.
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miércoles, 22 de octubre de 2008

Ave

Cuando me doy cuenta de que recuerdo su cara mientras viajo en colectivo, camino por la calle o tomo café, es porque estoy hasta las bolas. Claro que hasta las bolas no es un término muy técnico. Y ahora mismo, si me das un lápiz y un papel, sin demasiados inconvenientes podría improvisar un retrato, así, a mano alzada, los ojos grandes y la nariz chiquita y para arriba. Tiene un lunar cerca del ojo derecho, hasta eso me acuerdo. Una vez la dibujé, y me salió tan pero tan bien que se lo mostré a todo el mundo pero nadie la reconoció. Cuando se lo di a ella -lo enmarqué y hasta le puse un vidrio-, me dijo qué poronga es esta. Y yo le dije sos vos, mi amor, y ella me contestó ah pero vos sos un reverendo hijo de puta, mirá la napia que me dibujaste. No lo había visto así: me pareció un más que muy respetable boceto. De todas formas, una de las cosas que me atrae de ella es esa espontaneidad que tiene. Te tira la posta nomás, sin vueltas. Y la forma en que dice poronga. Le da una entonación tan poética, fina, intensa. Una verdadera poronga, repitió y lo dejó sobre la mesa. Como sabía que ella no iba a guardarlo, me lo quedé, y cada noche, antes de ir a dormirme, le rezo un Ave María a esa mujer que me observa con ojos enormes desde la mismísima carbonilla.-
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(imagen cortada, extraída de aquí)

martes, 21 de octubre de 2008

almendras

En el fondo de mi corazón toca un cuarteto de blues, con entrada libre y gratuita, y vos venís a hablarme de Kafka, ¿Qué carajo te pasa, loca? Si vos quisiste todo esto, me separaste del dream team para darme el pase, sos vos la que abortó este crío de pura cepa, la que dejó los platos sucios todo el fin de semana, la que aguó las cervezas y amargó los vinos y endulzó los dedos del mecánico de acá a la vuelta. Ahora no me cortes el pelo ni me limes los tapones, soltá, que no me toques, ¡che!, ¡qué lo tiró, viejo! dejame tranquilo, que si quiero tomo y sino me jorobo, pero si me hago mala sangre es mi problema, que si mezclo fernet con sidra me la aguanto, pero no me tires el fiambre sobre la cama, que al ratito viene la otra y tenemos que correrlo, que yo de toque te encuentro el reemplazo, que ya no sos ni peón ni alfil ni caballo y mucho menos reina, que lo único que podés sacar de mí es una cortina del baño, a lo sumo te doy las pegatinas de la bañadera, pero nada más, que yo ya te olvidé, mirá, ni me acuerdo ni cómo te llamabas, te juro que si me mandás a lo del Rolo a que te compre un cuartito de helado, te vuelvo con un vainilla y un chocolate con almendras, así, a secas, no tengo ni las más pálida de nada, no te conozco, no te recuerdo y no me interesa.-
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(imagen extraída de aquí)

lunes, 20 de octubre de 2008

ceniza

Algunas mujeres hermosas se ven atraídas por los hombres pendencieros, los faloperos, y sobre todo, por los que las cagan a trompadas. Esto último es casi místico, químico y triste. Uno las ve, tan lindas ellas con sus tacos altos y sus perfumes frutales, de la mano del hijo de puta que se chupa y se pone goma y le acomoda los breteles del vestido con la misma mano con la que fuma su cigarrillo. Ceniza sobre los hombros. Y entonces nosotros, los caballeros, los verdaderos(?) pelotudos, acodados en la interminable barra de la vida, con nuestra birra que ya se pone caliente y chorrea el agua que hace unos minutos supo ser frío en la botella, pagamos la cuenta y dejamos el cambio mientras miramos a esa pareja feliz, deseando, de a ratos, dejar el camino de la legalidad y las buenas costumbres -porque las cosas pierden sentido cuando uno se da cuenta de que está solo y de que toda su vida fue correcto al pedo- para formar parte del incoherente club de los Malos y Afortunados. Vení, acercate, quedate conmigo, te piden mis ojos. En el primario, perdí todas las peleas con gente como tu novio, me cagaron a golpes en todos los recreos, me recibí con honores en el secundario, terminé la facultad con un promedio más que respetable, y acá me tenés, no tengo nada. Por eso de a ratos -pero sólo por momentos-, envidio un poquito a ese mismo hijo de puta que te abraza poco, que te contiene sin contener, que te golpea y pide perdón sin sentirlo y que te jura una y otra vez que no volverá a hacerlo.-
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(imagen extraída de aquí)

viernes, 17 de octubre de 2008

piano

Y entré en el preciso instante en que cantabas Te recuerdo Amanda, zurdita me saliste y yo que te veía por primera vez en un escenario y casi me arrepiento de amor, me quedo sin aire, me agarra un ataque de asma o patapúfete y ahí de toque me prendí un cigarrillo porque ya estaba nervioso. Te temblaban las piernitas, las piernitas te temblaban y te rendiste sobre un piano que desparramaba agudos por el salón, jugabas a ser Marilyn Monroe con tu vestido blanco, y tan cómoda parecías que no te creí la frialdad ni por un segundo. En un momento, tus ojos en mis ojos, la vida es eterna en cinco minutos cantabas y tal vez mirabas a tu papá que estaba detrás mío, o a tu novio que fue al concierto con sus amigos del Pochocler Chett & Cobby Rugby Club. Los cinco minutos te hacen florecer, y tus manos y la sonrisa son ademanes que coronan una melodía triste, de pueblo, y que ni tu novio ni sus amigos conocen: se miran entre ellos, no entienden de qué hablás, y a esta altura, después del último corriendo a la fábrica donde trabajaba Manuel, ya nadie en el teatro entiende nada, todos tan tontos nosotros y chiquitos y equivocados e improbables, que mejor aplaudir para salir del paso y no permitirse la humillante sensación de saber que vos tenés algo que el resto no.-
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jueves, 16 de octubre de 2008

oreja

Viento en la cara entra por las ventanillas de la Coupé Fuego azul que escupe un humo gris y quemado. Desnudos huimos vaya uno a saber de qué, cuál es el nuevo truco delirio efecto disparate que nos empuja a forzar la máquina y chocar contra el resto de los autos. Mientras tanto, juego con la Colt Anaconda, disparo contra los animales: vacas se tumban en la tierra reseca. La sangre forma charcos negros que siempre quedan atrás. Aburrido de matar vacas, el caño de la Colt acaricia el cuello del piloto amigo buscavida forastero que conduce la coupé. Me da frío, dice. Me da frío repite y se toca la nuca, el acompañante ríe y toma su arma y hace lo mismo y él que tengo frío déjense de joder y entonces se sube a la banquina y empieza a atropellar a las ovejas y le disparamos, primero en una oreja y después en la espalda. Toma el volante quien fuera el copiloto, enciende un cigarro faso porro yerba y me lo pasa. Fumamos. Como el cuerpo del otro le molesta, lo tira por la puerta con el auto en movimiento. La última bala que me queda no puede ser desperdiciada en un animal.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Robin

Si volviste sin que nadie te lo pidiera, gato que come de la ventana del vecino hasta que le cortan los víveres, imagino que es por algo, tan mal no estuve después de todo, tanto no te molestó jugar en la B Metropolitana con este scout de polizones, más bien te dio curiosidad: probaste, te anudé un poquito y caíste, y después bueno, parece que te avivaste de que la cosa pasaba por otros pagos, pero ya eras la capitana, tenías el brazalete y yo ya te había lustrado los botines, palmeado el pecho, besado la frente, eras el emblema del club, pero sé que te pesa tanto afecto, no es fácil pertenecer a esto, metro setenta de ironía y estupidez maquillado con algún que otro caramelo de limón y miel, porque me pertenecías, sí, como una cosa pero más linda, pero yo siempre supe que Batman sin Robin no es Batman, y que el malabarista, el trapecista, si en el salto no hay otro que lo sostenga, sin ese partenaire con sus brazos desparejos, nada vale, ni el traje, ni los botines, ni la camiseta ni el club ni la B Metropolitana ni un carajo, y por eso te quedaste.
Porque pertenecías a algo.-
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martes, 14 de octubre de 2008

Relaciones Internacionales

Más que los iPods, que el jazz, e incluso que la pornografía amateur, lo que más satisfacciones me dio de la madre patria del Norte, fue esa estudiante de intercambio que ante la duda, reía. Había venido de los Estados Unidos a terminar su curso en Relaciones Internacionales u otra de esas carreras inventadas por las universidades privadas. María, así se llamaba. María, improbable María, tal vez Mary, o Marie, pero en fin, le creí a su ingenuidad de extranjera sensible que se deja pasear por los taxistas de una Buenos Aires perturbada, y cómo no creerle si era preciosa: en el casting de Caperucita Roja, sin dudas ella hubiera sido la protagonista, con sus cabellos rubios -nunca tan rubios- naturales, ojos celestes y dientes de publicidad de pasta dentífrica. Cualquiera de los presentes podrá dar fe de la veracidad de estos dichos. Lo que también podrá confesar ese mismo testigo, es que aún se desconocen las causas por las que una mujer tan genial como ella hubiera permanecido -y de hecho, lo hizo- durante tanto tiempo cerca de un hombre como yo, que en el casting de Caperucita, bien podría haber quedado en preselección para interpretar al Lobo.-
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viernes, 10 de octubre de 2008

molotov

Si fuese mujer me hubiese gustado ser como vos, te dije y me miraste con cara de para que cojamos vas a tener que hacer un poquito más que eso. Después, tus bocanadas de humo. Por qué decís esa pavada, preguntaste y yo que no sé, qué se yo, dejá, olvidate. Fumamos en la terraza del edificio. Abajo, encapuchados arrojan piedras a un grupo de policías. No te miro, pero de a ratos siento que vos me observás, girás la cabeza y esperás que yo diga algo. En la calle, los cascotes se transforman en botellas con fuego, improvisadas bombas molotov que estallan y los policías corren y gritan incendiados. Vos no querrías ser como yo -intentás convencerme- no tiene sentido que digas eso. El viento me despeina y siento tu perfume. Llegan ambulancias, canales de televisión, infantería, la montada y los encapuchados escapan, pero algunos palos y escudos los alcanzan. Sangre, y disparos al aire para disipar a la gente. Te miro. Tu cigarrillo cae a la calle y desde la terraza veo pequeñas moscas anaranjadas que se forman cuando la colilla golpea el casco de un policía.-
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jueves, 9 de octubre de 2008

Camerún

Yo venía en plena cosecha de alergias, extasiada mi boca de caramelos Cristal, dedos de nicotina y en los oídos Penny Lane. No eran buenos momentos y me esperaste, maduraste la escena con tu sonrisa de viernes a la noche y hasta me regalaste flores -¿me regalaste un ramo de flores? me regalaste un ramo de flores-, me sentí un pelotudo caminando por la calle con media docena de rosas verdes, traídas de Camerún, explicaste para luego inventar una historia tan inverosímil como el beso que nos dimos al final de nuestro segundo encuentro. Me regalaste flores, no podía creerlo: podrías haberme dado caramelos, un llavero, incluso un par de medias, pero fueron flores. Después vino la comida china, cerveza Corona, trenes a la madrugada y taxis con GPS. Llegué a preguntarme en la esquina de mi casa, entre un principio de delirium tremens y la anestesia de haberte conocido, si acaso ya no te quería más de lo necesario. Y recordé las palabras de un imbécil de la tele: el amor jamás alcanza. Y quién carajo habló de amor: me hago montoncito con la mano, me prometo que..., me retracto, contradigo, afirmo, busco, y hasta me doy cuenta de que la puta madre, otra vez el amor.
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miércoles, 8 de octubre de 2008

hijos

Dos pasajes a Pinamar ida y vuelta, le pedí a la mal maquillada empleada de la empresa de viajes y deslicé unos billetes sobre el mostrador. Te llamé tan emocionado que me costó decir dejá todo que nos vamos para la Costa. Pensaste que estaba loco, drogado, en pedo, pero en tu reloj pulsera eran las dos de la tarde y suelo permanecer sobrio hasta las diez de la noche. No puedo, estoy trabajando..., dijiste confundida, pero cuando te repetí que nos ibamos -no te lo pregunté, lo afirmé- dudaste, y entonces supe que la parte menos insegura de vos -una parte mínima, rebelde e impulsiva- ya me había dicho que sí. Iríamos y volveríamos en el día. Nos conformábamos con tocar el agua del mar con los pies descalzos. Nada más. Era loco, y en algún punto, absurdo: habíamos salido una sola vez en nuestras vidas, no recordabas mi cara y apenas si sabías mi nombre. Pero te convencí, con la excusa de que en una tarde de fin de semana, luego de años de una vida racional y con el privilegio que acerca la estabilidad de la familia, podrías contarle a tus hijos, quizá como una anécdota de tu juventud lisérgica, que una vez, hace mucho tiempo, escapaste al mar con un desconocido que, sin decirlo, te juró un amor de cómplices en la puerta de los baños de la terminal de Retiro.-
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martes, 7 de octubre de 2008

pijama

Sé que me vas a odiar por esto. Lo habías anticipado: voy a odiarte si te atrevés a... y buscaste mis ojos en el espejo en el techo en la habitación en el telo en la vuelta de tu casa. Ey, te estoy hablando -manos que agitan un cuerpo de párpados muertos-, imagino que con esto vos no vas a... pero sí, lo hice: perdón. Tuvimos un sexo memorable y distinguido, refinado y sutil, pero a la vez, permisivo, generoso y de contrabando. No vas a contarle nada de esa noche a tu mamá, te conozco. Cuando me dijiste que habías perdido un anillo en la habitación 13, por el pasillo de paredes celeste, al fondo, como bien indicó el conserje de cara espejada, pensé que me habías metido en una gran trampa. Y me vi, quince minutos después, sólo y frente a la puerta del albergue transitorio donde tres días antes habíamos decidido tergiversar nuestra amistad de tortugas. Sí, yo soy el que te llamó por teléfono para ver si las chicas de limpieza habían encontrado un anillo con forma de bichito de luz, expliqué al mismo conserje, que contestó pibe tenés suerte de que sea un anillo tan feo. Después se dio cuenta de que no debía ser muy espontáneo, y comentó que en el hotel quieren "lograr una confianza con el cliente" y bla bla bla: chamuyos para que volvamos uno de esos lunes tramposos. En fin. Llegué a casa con algo de frío, y aún en pijama, me puse a escribir este mismo texto mientras pasaba de mano a mano el anillo con forma de bichito de luz. A nadie vas a contarle nuestra historia. Lo sé.-
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lunes, 6 de octubre de 2008

granizo

Maldito proceso de enamoramiento: llegás cuando nadie lo espera, con probabilidad de chaparrones y granizo, sos un invitado de cabotaje, persona no grata que cae con facturas y se toma el atrevimiento de poner la pava para los mates, dejá, no te molestes, pasá, dame el abrigo y sentate en el sillón, te alcanzo un cenicero pero si fumás por favor en la ventana, y tanto esfuerzo y sacrificio para verse invadido por esta sensación absurda y de jardín de infantes; sin darme cuenta, camino a casa, ya siento un nuevo perfume de mujer en las mangas de mi camisa celeste.
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viernes, 3 de octubre de 2008

primario

Por Mike Polvino

Estás rodeado, Polvino, salí con las manos, tus pancartas políticas, el discurso progresista y tus ideales de izquierda en alto, no hay a donde huir. Estar con gente tan diferente a uno es, en verdad, simpático. Debatir con un grupo de siete hermosas mujeres neofascistas de universidad privada, devotas del Opus Dei, sectarias y cuasimafiosas, mientras en mi vaso de Fernet los hielos hacen un excelente trabajo de precisión y paciencia, también me sienta cómodo. Incluso me parece genial que una de estas siete mujeres de cotillón sea diametralmente opuesta a mí, y que eso no le impida que durmamos juntos. Basta Mike, no empieces, pide ella, mientras vuelve a llenar mi vaso. Por favor, no sigas, ruegan sus piernas cruzadas y el beso que me da en la mejilla, mientras me acaricia la cabeza y toma mis manos: enfermera experimentada que tranquiliza al precoz piromaníaco. En serio chicas, Lugano es un barrio de Capital Federal, explico, pero se ríen. La que de a ratos hojea la revista Vogue es la más linda, tonta, e insulsa. Me encanta. Pero estoy con la más callada del grupo, que se retoca el rimel a cada media hora. al baño van de a grupos, y en un momento casi de sincronización, las siete se ponen de pie y se encierran en el toilette: detrás de la puerta, oscuras risas de colegio primario.
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jueves, 2 de octubre de 2008

Rolito

El cóndor andino puede levantar a una persona en pleno vuelo; los hielos de Groenlandia se reducen dos metros cada día, y yo recién ahora me doy cuenta de que lo nuestro no va más. Te pido un mate y me lo das lavado, tendés la cama y no estirás la sábana, hacés pollo y le dejás la piel ¿Estamos todos locos? pregunto nomás, que me abrís la ventana y no cerrás el mosquitero, me enjuagás la camiseta y te olvidás del suavizante, festejás mi cumpleaños y no comprás torta, dentro de poco me traés un tipo a vivir a casa, si es que ya no lo tenés instalado en el ropero, que ultimamente mi almohada está más calientita y vos que sos una bolsa de Rolito: te agarro la mano y te me estrujás, te quiero dar un beso y estás en Babia, que si te digo que nos bañemos juntos me saltás con que no querés mojarte el pelo y cada día con un martes 13 distinto, qué lo tiró que no hay con qué darle a ese envido de espadas, sos terrible cuando querés, y mientras tanto, me aburro en casa con este documental del cóndor andino y con el agua de los hielos de Groenlandia que ya me llega hasta los tobillos y así no va más.
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miércoles, 1 de octubre de 2008

cielo

El remisero canta, y eso rompe con mi plan de tener un cómodo viaje hasta tu casa. Yo soy lo que soy no tengo que dar excusas por eso: el cover de Sandra Mihanovich no le sienta bien ni a mis oídos ni a la paz de mi cabeza contra el vidrio y el sol en los ojos. iPod. Coldplay. Música para homosexuales, palermitanos, snobs. Spinetta me baja a la realidad y me devuelve esa imagen de mi mismo que andaba buscando. Gracias, Flaco. Vos ni debés saber quién es Spinetta, pero no me voy a esmerar en explicarte: el sexo anda bien y con eso es suficiente, lo único que falta es que me ponga detallista. ¿Te molesta el volumen? pregunta el remisero, cabeza calva y con algo de pelo en los costados. No, qué me va a molestar, se apresura en contestar un sarcasmo precoz. Lo que molesta es la falta de dignidad de los pelados no asumidos, pienso, pero no lo digo. ¿...Y a vos te molesta si me prendo un cigarrillo? ahora soy yo el que hace las preguntas, aún viendo el cartel que "ruega no fumar". Y...la verdad, preferiría que no... resuelve el remisero en un condicional simple que habilita mi encendedor y acto seguido el humo del tabaco. Al cabo de unos minutos, apagalo pibe, sufro de asma.., y tose como si hubiera inhalado gas lacrimógeno. Entonces, en un acto magnánimo y de inexplicable naturaleza, estampo el cigarrillo en el respaldo del asiento del acompañante: sumo un peldaño a mi -dudosa- escalera camino al cielo.
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