sábado, 14 de junio de 2008

Florida


Señor-; una voz grave me acompaña. Disculpe señor-, hombre mínimo vestido de gentleman reitera el llamado. Me detengo y Caetano Veloso hace silencio en mis auriculares, mientras el caballero -traje negro a rayas, zapatos de charol y galera- dice le pido por favor tenga la amabilidad de facilitarme la totalidad de sus pertenencias. Miro hacia los lados: superpoblación en calle Florida. Me estás jodiendo, ¿no? le digo y reanudo la marcha. Él me toma con suavidad por el brazo, se quita la galera e indignado -pero con calma- pide por favor, no me falte el respeto. Siempre de buena manera y con una sonrisa muy natural, pregunta por mis cosas, o sino me veré obligado a apuñarlo en reiteradas oportunidades, explica mientras extrae de su bolsillo un pequeño sable de oro con incrustaciones en diamante. Como no tengo interés en poner a prueba ni el coraje de mi compañero ni el filo del sable, saco unas monedas, se las doy y le digo es todo. No conforme, inclina la cabeza y dice todo...por favor. Entonces abro la billetera, vacío el contenido en sus manos y luego le doy el celular. Una vez guardadas mis cosas en su saco, mira su reloj -con leopoldina- que se encontraba en uno de los bolsillos de su chaleco, se acomoda la galera y se quita el guante para estrechar mi mano. Guiña un ojo, sonríe por ultima vez, y agradece para perderse más tarde entre la gente que sale de la boca del subte.-

1 comentario:

MSR dijo...

Chorros eran los de antes! Me hicise acordar a mi abuelo que siempre me decía que los ladrones de su época tenían códigos